LENGUAJE DE AMOR
No rasgues, con agrias voces, la tela fulgurante
donde creímos, trémulos, la gloria del amor
telar del lino que sagrado se elevaba,
más allá de los límites de un sueño de unívoca
perduración, sin ráfagas de pérdida.
Más bien, háblame de la cadencia sesgada
de ese estar en las conmociones del delirio donde
nos sumaba la delicia que ceñía,
en horas de leve altura, la identidad de
nuestras manos.
Pero el momento de la caída
se consumó. No existe el golpe de la culpa;
no elevemos el rencor. Oh, lengua edificante.
Así es, Proust: el recuerdo puede emerger, en casos
del infernal magma de la memoria; o será en su
huella, Freud, no sé; pero el odio, transfigurante,
sé que creó la solapada condenación de los vectores
del sentido a las palabras arrojadas a lo
sexual sublime, lírico, elegíaco, y a
la cerrazón férrea del poder ser.
Tal vez escriba sólo
del poema. Pero no es en lo escrito, meramente,
donde se inserta el instante de lo escrito.
Hay soles de atormentadas lunas, donde el
derrumbe lingüístico se transfigurará.
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ECUACIÓN
El tiempo tiene su caducidad
y el dolor su armonía,
pero apenas
cuando ponemos la mano,
ya otorgada,
en lo que llamamos
-bajo una anatomía alucinada-
alma.
¿Se trata del alumbramiento
del silencio?
¿O la abolición,
ilusoria,
de la furiosa marcha
del ladrido voraz,
del museo ilustrado,
de la carnicería,
sobre el mundo?
Sólo el conjuro de la palabra
danzando en el holocausto.
(Fuente: Meta poesía)
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