RÉPLICA DE LA CUEVA DE ALTAMIRA EN EL MUSEO ARQUEOLÓGICO NACIONAL DE MADRID
En Altamira empezó la eternidad
cuando alguien pintó en sus paredes
los bisontes que había visto
y retenido en su mente.
Ahora los bisontes de Altamira
son más reales para nosotros
que ningún bisonte vivo,
porque el bisonte inventado
no se separa ni un milímetro
del bisonte de tu imaginación.
Los bisontes de Altmira
no reproducen bisontes,
sino que nos hacen ver bisontes
que solo existen como formas
que el pensamiento descubre a la vista,
paisaje interior donde lo escondido
es el mismo escondite
gracias a la mágica linterna de una mente
creadora de objetos, fragmentos de identidad,
visiones, sensaciones, reflexiones,
formas que moldean la realidad desde lo visible
y lo invisible.
Hay otro lugar donde vivir,
hermoso, bello y feliz,
lugar donde la miseria
y el sinsentido del mundo
son redimidos por la belleza,
el consuelo y la utopía,
pero como no tiene cabida en este,
lo llamamos arte, revolución, amor, poesía.
No nos queda
sino seguir excavando nuevas salidas al laberinto,
aunque sabemos, en nuestro desconsuelo,
que todas las salidas terminan en nosotros mismos
y por eso no parecen tales,
y seguimos pintando bisontes en Altamira.
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