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TESTAMENTO
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Como he sido iconoclasta
me niego a que me hagan estatua;
si en la vida he sido carne,
en la muerte no quiero ser mármol.
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Como yo soy de un lugar
de demonios y de ángeles,
en ángel y demonio muerto
seguiré por esas calles…
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En tal eternidad veré
nuevos demonios y ángeles,
con ellos conversaré
en un lenguaje cifrado.
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Y todos entenderán
el yo no lloro, mi hermano…
así fui, así viví,
así soñé. Pasé el trance.
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1967
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EL HECHIZADO
a Lezama, en su muerte
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Por un plazo que no puedo señalar
me llevas la ventaja de tu muerte:
lo mismo que en la vida, fue tu suerte
llegar primero. Yo, en segundo lugar.
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Estaba escrito. ¿Dónde? En esa mar
encrespada y terrible que es la vida.
A ti primero te cerró la herida:
mortal combate del ser y del estar.
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Es tu inmortalidad haber matado
a ese que te hacía respirar
para que el otro respire eternamente.
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Lo hiciste con el arma Paradiso.
-Golpe maestro, jaque mate al hado-
Ahora respira en paz. Vive tu hechizo
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9 de agosto de 1976
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EL POETA DE BRONCE
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Roto, dividido,
ciego, confundido,
paseo por el Pardo
llevando de la mano
uno de los leones de bronce
que se limitan a ver pasar.
Como es de bronce, es dócil
este león de Nemea.
Si fuera de carne y huesos
ya me hubiera devorado.
Pero un león de bronce
jamás abre sus fauces.
Con esfuerzo lo arrastro
-el bronce no camina-
y moribundo llego
hasta el poeta de bronce
que en sus manos sostiene
un libro también de bronce.
Por ser de bronce
no le es posible hablar,
ni mover la cabeza
por el mismo motivo,
ni mirarme a los ojos
porque el bronce no mira.
Y no obstante conoce
que hasta allí me he arrastrado
para implorar de su inmortalidad
el secreto de su inmovilidad,
y me dice en el lenguaje del bronce
-funerario lenguaje de los poetas muertos-
que mi carne la entregue a ese león de bronce,
y que el león mi alma con su bronce revista.
El poeta presencia la mutación insigne:
me inmoviliza el bronce y la fiera se anima.
Siento que Prado abajo carnicero me alejo,
y al mismo tiempo siento que eternamente verde,
voy a ser para siempre un león en el Prado,
arrogante, irrisorio, sobre mi pedestal,
esperando que pase un poeta inquietante
que ha tenido el designio asombros
de llevarme a morir
a los pies inmortales del poeta de bronce.
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1978
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Prólogo ANTÓN ARRUFAT.
Poesía y crítica. México. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. 1994. Págs. 89, 119, 124-125.
(Fuente: Mecánica Celeste)
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