XXVII
Todos cargamos a la madre de manera distinta,
nos duele la semilla en el vientre.
Nadamos dentro de ella hasta descubrir
el azul feroz que cautiva con su belleza,
que luego se hizo tarde
como toda forma de belleza.
Queda la horma en los ojos torturando
cautiva de su quemado idilio
y su golpe plateado corroído por los años.
Huye la madre y quedaremos solos
pero la buscaremos en lo que nos disuelva:
en la patria,
en el trabajo
y en todo lo que nos brinde abasto.
Pues el vientre es aquello que nos protege
y lo que en algún momento repudiamos
por tener fervor de variedades infinitas,
una inmensa colección de puentes rotos.
De Elegía a los vencidos
Amargord Ediciones
(Fuente: Papeles de Pablo Müller)
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