LAS ENAJENACIONES DE DON COGITO
Don Cogito sujeta entre sus brazos
la caliente ánfora de una cabeza
el resto del cuerpo le queda oculto
y puede verlo solo su tacto
examina la cabeza durmiente
ajena pero llena de sensibilidad
una vez más
constata con asombro
que existe alguien más allá de él
impenetrable
como una piedra
con unos límites
que se abren
solo por un instante
después el mar lo lanza
contra un acantilado
con su propia sangre
con sus sueños ajenos
armado de su propia piel
Don Cogito aparta
con delicadeza
la dormida cabeza
para no dejar
sus huellas digitales
en la mejilla
y parte
a solas
entre la cal de las sábanas
Trad. Xaverio Ballester
(Fuente: Ada lírica)
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