Versión de una tarde
De niña corría tras las
ardillas,
quería atrapar alguna,
forzarle la boca
para conocer su aliento
a nuez roída en la
penumbra.
Ayer forcé tus labios,
fue la mejor versión de
una tarde:
me deslicé por tu casa,
lenta como polvo viejo
y libre como polvo
nuevo.
Te apunté con los dedos
a la cabeza y dije
que si no te entregabas
te revelaría mis
secretos.
La luz atravesó la
ventana
como una espada
y bailé con los senos
pegados a tu camisa.
Tantos años de orinar
a la intemperie,
si me vieras, amor,
sobre las ortigas.
Impregnar
Corre el agua caliente,
me paro bajo su caudal
y espero a que la piel
se enrojezca,
me gusta lastimarme
así.
Llevo la mano hacia mi
sexo,
la huelo, el perfume se
perdió,
fue por un canal oscuro
hacia la calle.
Impregnó las hojas del
otoño.
Me olerán las ratas,
las piedras, los gorriones
y también los niños que
juegan a soltar
barcos de papel.
La
espigadora
La espigadora trabaja bajo el sol
y en la oscuridad le arde la cara.
Canta a su hombre dormido,
mientras le saca las botas y el barro seco
queda en sus rodillas. Canta,
para que no se despierte, todo el día
junta espigas para una harina que no come,
lino para los vestidos que no usa.
Le saca las botas, cada noche, granos de su pelo.
Pero en secreto quiere ser una nodriza,
como Safo, para susurrar a sus compañeras
y dormir en el pajonal
entre sus cuellos perfumados
con una mano en el pecho.
(Siguiente vitalidad)
Música
Mis abuelos
escuchaban otra música.
Mi abuela conocía el idioma
de los animales.
Respondía a los
relinchos de los caballos y al canto de las aves.
¿Qué animal es ahora
que está sorda?
En la prisión nazi la
torturaron con la caída
de las gotas sobre la
sien.
(Fuente: Revista El humo)
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