Hay locuras para la esperanza.
Hay locuras también del dolor.
Y locuras de allá, donde el cuando no alcanza.
Locuras de otro color.
Hay locuras que son poesía.
Hay locuras sin nombre
ni fecha
que no vale la pena curar.
La mujer
se pregunta
si fue ayer
o mañana.
Si tenía colores
o ya no se acuerda.
Si tuvo sueños
o sólo pesadillas.
Si puede amar
o ya es muy tarde.
La mujer ojal
está dispuesta
a todo.
Que la penetren
la ensucien
la pateen
la insulten
la degraden.
Es un agujero
una raja
una concha
un culo
una pared
donde orinan
y cagan
hasta los perros.
La mujer
está rota.
Busca entre los escombros
un pedazo
de color.
La vida entre
amarillos
o en naranjas
tal vez sea mejor.
La mujer creía
que su corazón
era una escoba.
La mañana
una vereda.
El anochecer
un televisor.
La mujer
se paró
ante sí misma
y pudo
acariciar el aire.
La mujer
se abrazó al viento
y se fue.
La mujer
creía
que la soledad
era el miedo.
Que la libertad
la esclavitud.
Que el amor
la servidumbre.
La mujer
se equivocaba.
Se le abrían heridas
que no podía curar
con nada.
La mujer
tenía que zurcirse
estaba rasgada
de la cabeza a los pies.
¿Por dónde empezar?
¿Con que agujas?
¿Con que hilos?
La mujer felpudo
se preparó
para sonreír
no molestar
estar siempre
lista
bella e
indispensable.
La mujer sintió
que su sangre
también latía.
Tenía urgencias
Naufragios
Deseos…
Desclausuró.
Desalumbró.
Desarmó
los candados
cadenas
cerrojos.
Hizo un atado
y lo tiró al mar.
La mujer vivía
en un candado
y su vida
era velar
por los dulces
de hijos.
La mujer
odió su
pasado
de felpudo
repasador,
escoba y
lampazo.
La mujer
odió su pasado
de guardapolvos
calcetines
calzones y camisetas.
La mujer
odió
su condición
de esclava
y quiso trepar
hacia la luz.
La mujer se pregunta
por el origen incierto
del dolor.
Ese relámpago
que surca, luminoso,
la incertidumbre.
No hay certeza alguna
que quede agitando alas.
Ni pico,
ni gallina negra
ni ojo translúcido
que ilumine el sol.
Tempestad arenosa,
de duraznos maduros,
y mieles perdidas,
que atenaza frágilmente,
la dureza,
de lo que ya fue.
La mujer
cree que su
mano
ya no puede tapar el sol.
Que nunca pudo
y que su sangre
es ahora
el sol
ardiendo
sin humo.
de Tomar la palabra, Poemas de sal, 2013
(Fuente: Emma Gunst)
No hay comentarios:
Publicar un comentario