jueves, 12 de noviembre de 2020

Laura Iancu (Hungría, 1978)

 

 


MI MADRE ROMPE NUECES

 

 
No sé qué uvas comía yo
cuando en casa abrías tú nueces viejas
y me hablabas –o solo ahora lo imagino-.
Las rompiste, y no encontraste ni una buena.
Anochecía, el cielo enrojeció
y los patos chillaban arriba, en el cielo.
Pensé decirte: ¡no tengas miedo, son jóvenes
los árboles, vivirán!
Luego la campana tocó la víspera
y un extraño se escurrió por la calle.
¡No te vuelvas! -dijo en mí una voz,
y no vi yo quién te llevó de repente.
 
 
 
 

NACIMIENTO

 

 
¿Cómo fue, madre, cuando me pariste,
temblaba la tierra, o temías que
al bautizo llegáramos tarde.
y Dios se hubiese ido ya? ¿O
me dejabas llorar porque nevaba
y sentabas en tu regazo la nieve
para que los caballos
de Herodes encontrasen al camino
hacia mí? No sospechabas que venían
por ti, que diste tu vida por mi vida
cuando abrí los ojos,
y pude verte.
 
 
 
 


RELOJES

 
 
Espero a pesar de todo, no sé si decírtelo,
que te duermas y abrigarte
para que se calmen a tu alrededor
todas estas sombras inquietantes.
Te escondo al fin entre negros árboles
para que no se encuentre en ti la aurora.
Los animales deplorarán tu muerte
cuando tu aliento haya cesado.
Lloraré entonces, esa es la costumbre,
y echaré al fuego mi camisa de bautizo.
Tu despertador azul ya no dirá nada,
no me despertará nunca.
 
 
 
 
 
______________
trad. del húngaro de Heriberto Hernández Medina en La Primera Palabra, 16-11-2008.
 
 
 
(Fuente: Jonio González)

 

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