viernes, 13 de noviembre de 2020

Claudio Archubi (Mar del Plata, 1971)

 

 

Entrada a la ciudad

 

Yo, Beatriz,* soy quien te hace caminar;
vengo del sitio al que volver deseo
(La divina comedia. Dante Alighieri)

Estoy creando la imagen de Teresa. Está enferma.
Pienso: he dado vida. Pero ella dice que está muerta.
Estoy creando la imagen de Teresa. Hago que se mueva poco a poco.
Pienso: debo ayudarla. Pero ella dice: no se puede sanar a una sombra.
Estoy creando la imagen de Teresa. Comienza a moverse y yo con ella.

(Ella ha puesto su cara contra mi cuerpo: en el cuarto frente a la vibrante autopista he sentido el tiempo temblar contra el vidrio he sentido a sus constructores he sentido la velocidad del amor, y lo que una vez declaré mío contemplé cómo crecía en la triple flecha del tiempo cómo se marchitaba golpe tras golpe hasta desaparecer. Toda una noche a través de los años ella y yo en lo que éramos y en lo que seríamos huella tras huella soñamos nuestro tango que tiembla.
Flor pesada este mundo flor vibrante en un cuarto ajeno el florero que cae y la luna que sube sobre los vidrios para iluminar lo que nunca estuvo ahí.

Brillaba tanto que ambos nos apartamos para contemplarlo).


(*Toda imagen puede transmutar: Beatriz o Virgilio cuando el cielo se da vuelta).



Notas de Teresa: Invocación al turista desde un bar de La Boca*

Vení, conocé esta ciudad.
Mirá cómo se extiende con tus pasos adentro.
Recorrela, subí desde la oscuridad del “Bajo” hasta las altas pantallas electrónicas: miralas, crecen con tus pasos adentro.
Te invito a esta ciudad.
Conocé su puerto y su río, uno que no fluye, no cambia.

No descansés. Escuchala.
Abrí la puerta a sus grandes maquinarias.
Se acoplan a tu corazón, sentilo, no querés que se detengan.
Los arroyos han sido enterrados.
Los antiguos árboles han sido desplazados.
Rezale a la grúa, tu nuevo mediador, rezale a la torre y su raíz de cemento.
Un nuevo mundo crece con tus pasos adentro.

Vení, levantá la cabeza todavía más alto, conocé su gran nube, alambique que cambia la luz en plomo.
En cualquier esquina una bala de plomo, en cualquier esquina, bajo cartones, una mano de plomo, demasiado, demasiado pesada para ascender: poné sobre ella tu moneda de culpa y seguí adelante.

Vení, podés vivir para siempre, encerrado en uno de sus barrios.
Vení, devolvé la pelota.
La pobreza es un laberinto.
Escuchá el callejón crecer en tu entraña.
Poné tu basura en él, gritá en él, dormí en él.

Vení, conocé esta ciudad, agarrala, pero apurate, porque ella no espera.
Ella está harta de esperarte.
Vibra histórica y húmeda para vos. Brilla de plomo y sola, como un paredón a la orilla de grandes pensamientos, uno pintado por manos del “se dice”, del “yo soy”.

Sentila abrirse, sentí sus pasos con tus pasos adentro. Sentí el mundo en cada una de sus partes.

Vení, te invito a esta ciudad, la que todo lo tiene, la creadora de futuro, siempre creciente, siempre abierta.
Pero apurate a pasar por ella. O sentirás su garra en tu entraña.


(*Oh perdido extranjero, entrarás, pero estás advertido).



Estoy creando la imagen de Teresa: está enferma.
Con los ojos aún cerrados ella dice:

Te perderás en mí.
La aguja de tu pensamiento apuntará al Sur.



Sueño el Sur.
La ciudad irrumpe en mi cuerpo como un animal de aguas profundas y tristes: desbordada, sucia y densa (no de plomo, de chapas y cartones húmedos y libros de páginas amarillas que se abren hacia el Norte vi hecha esta ciudad. No de plomo la mano sino la moneda depositada en ella para hundirla*).
Giro la cabeza. Pero el río emerge en los barrios más elegantes.
Nos atraviesa de las maneras más inapropiadas.

Muñecote de la gastada tradición: ¿Por qué me has engañado?
Bailarín de la calle: ¿Por qué me has engañado?

Hemos llegado al paredón del Sur.


(*Oh Caronte, el peso de la apariencia es uno de los castigos más severos en esta ciudad).




 

En El cielo al revés

 

(Fuente: Op.cit.poesía) 

No hay comentarios:

Publicar un comentario