domingo, 1 de noviembre de 2020

Andrea Wolf (Buenos Aires, Argentina, 1962)

 

 

ECHAR EL OJO
 

Hebe cuando éramos chicas
me decía
qué fea es la religión católica
tiene nombres así
como eucaristía
como sacramento
igual no era 
tan terrible 
un sacramento
bien podría ser una factura
peor era ser judía
no había Navidad
ni regalos
siempre hay que hablar de
los nazis
y a la gente no le gustan
los judíos
y si hay un día del perdón
que pasará el resto de los días?
no quiero ni pensar
y entonces me acuerdo 
de Bariloche
y las religiones paganas
por ejemplo cuando me separé
de Hernán
y yo creía que estaba tan mal
separarse dos veces
siendo tan joven
y pensaba
cómo se lo digo a Nelly
a Nelly, que era una mujer
del Sur, nacida y criada
hermosa
como una amancay
curtida
como una rosa mosqueta
entonces tomé todos 
los retazos de vergüenza
y me hice una capa
junté los sacramentos y
me hice una corona
así vestida le dije a Nelly
(que barría el suelo y 
meditaba)
con voz entre sufriente y
mosquita muerta: - Nelly, me separo-
a Nelly que era una diosa mestiza
que era una madre
para mi y una
abuela para Ana
Nelly casi no levantó 
la vista absorta
en el polvo que juntaba
y dijo:
“era sabido Andrea
usted no echa bien el ojo”.
 
 




LA ABUELA
 

mi abuela vino de Polonia
allá
decía
había bosques y abedules
de tronco blanco y joven
aunque tallados
de arrugas.
hacía frío
y había campos
dónde
no sembraban trigo
ni avena
sólo había gente
muy flaca y
cansada
cómo podía imaginar
yo
un campo
así
-un campo no es una cárcel
abuela-
pero igual
la abuela
cruzó el océano
y un día
empezó a decir
cosas raras
en el patio de
mi casa
hablaba del frío
y de la gente
que usaba sobretodo
gris
como lobos
en la nieve
yo cerraba los ojos
para imaginar cómo
eran
los hombres lobo
los campos blancos
los instrumentos
metálicos
de los doctores
un día a la abuela
las manos le temblaron
y se enojó
mucho
y entonces se la llevaron
a un lugar donde
no había nieve
sólo
una cama al lado de la otra
y de ahí
la abuela
no volvió más.
 
 
 





LA VOZ DE MI MADRE
 

Empieza como un susurro
apenas una pisada
sobre la arena seca
y va en aumento
hasta volverse ruido
como el del  tren que pasa
y de tanto pasar
se hace imperceptible
sin darme cuenta
termina alzándose
como una espada
que me atraviesa
y sale por mi boca
como un grito
así la voz de mi madre.
 







En el medio de la discusión
dijiste que no estabas aquí
para cumplir con mis expectativas
no gritaste
pero sonó como un trueno
después hubo un temblor
y algunas cosas cayeron de
los estantes
libros, adornos, unas cuantas monedas
las muñecas rusas
quedaron desperdigadas
ninguna adentro de su madre
las mas delgadas ruedan
las cabezas para un lado
los cuerpos para otro
son rusas
son jóvenes
y parecen saber
otras cosas
la más grande,
la matrona
no rueda,
los brazos pegados
al cuerpo,
busca sus pies
y sus retoños,
me mira
casi aterrada
se ve que no entiende lo que pasa
¿Qué le puedo decir yo?
¿Qué sabemos
las madres al final de cuentas?
las que fuimos
¿dejamos algo en el diván?
¿en los libros de Francoise Doltó?
las madres progres tal vez
seamos las peores
mi cabeza tampoco para
de rodar
y no tengo ninguna respuesta.




(Fuente: Emma Gunst)



No hay comentarios:

Publicar un comentario