Dicen las malas lenguas que soy
A Cayo Claudio Espinal
Poeta: eso dicen las malas lenguas que soy: un decir
parásito al coro.
Argamasa de música y letras con todos los sentidos,
haciéndole la vida imposible a los buceadores de sueños,
a los enamorados que, en los palcos
de la luna, les desenrollo la lengua y la sacudo.
Bah, dizque poeta, y no poder empinarme en tus palabras
para echar florecitas a ese amor que me dieron
en préstamo.
Ni tampoco llevar, con legítimo orgullo
y sacerdotal desasosiego, el matrimonio de dos cuerpos
por mi poesía.
Error de la benevolencia (¿de cálculo?),
seguro que error de apreciación:
grave, muy grave, en el saludo rotundo que circula
(amantísimo),
lirismo del viento de Long Island.
(Para corazones de capa y espada,
una tonadilla de niebla y alcanfor).
Aparcado en Blue Note
A Julio Cortázar:
sordina para un trompetista
La trompeta caída; los ojos en sobrevuelo,
se derraman en la trompeta.
La trompeta caída en el suelo; los ojos
de serpiente, en el suelo también.
La trompeta en el sueño se ha caído,
los ojos la escuchan en el duelo.
La trompeta, en alto vuelo despierta,
levanta los ojos que la sueñan.
La trompeta se halla en el suelo;
no hay ojos que presten su atención.
La trompeta se halla en el ruedo;
los ojos de Miles Davis enceguecen.
La trompeta en su óxido callada.
El trompetista hoy quiso
hacer de boxeador.
A quien nadie esperaba
Abro la puerta
y entra en mí la vida del que pasa,
con su talega de muerte
y su retahíla de resecos dolores
que olvidos almacenan.
Tú me dirías: pues déjala pasar
y todo tranquilo;
pero eso no es tan fácil porque ahora
ese sujeto me invade con su dolor
de muela y su hepatitis,
su mujer que dejó en la esquina
arreando las bestias los tablones
con los que levantar cobijo a su indigencia
y a su problemática prole,
que todo lo persigue y engulle
con deportivo entusiasmo.
Entonces qué me queda más allá
de domeñar el diluvio
que aguarda en mi cabeza
almacenando un montón de cicatrices?
Bueno, ahora diría:
ahorrarle a la muerte
su trabajo abriendo otra puerta
por donde pase
la vida enamorada de su creación.
Allí me sentaré en ese agujero
que da al patio de algarrobos,
a mirar el corazón
de los vencidos.
Arrodillado
Se ha instalado un herrero
frente a la noche,
un herrero de la misma naturaleza
de la noche,
que abre un hueco muy grande,
ferruginoso, por donde trafica
Eros su ardiente caravana
de bajas pasiones, que ahogo
en sólidas razones,
instalado como un gusano
de fierro
frente a la mojada entrepierna
de tu noche.
Ausencia de Guarina Rodríguez
Llueve con tristeza sobre las cuatro de la tarde.
Llueve sobre el hueco que debió
ilustrar tu cuerpo de palisandro, inaprensible,
donde terminarán mis manos a horcajadas.
Llueve rápido, ruidoso, con sentimiento de ruinas.
Llueve aquí en mi corazón trapecista,
porque tu credo se mueve al son de otra basílica,
de otras empobrecidas mareas.
Llueve cal, salitre o arena ante tu indefensión
de ultramar, el ferryboat guarda en tus ojos
un arcoiris de gelatina tibia bueno y válido
para el próximo escalofrío.
Llueve, y llueve con mucho feeling, de ahí ahí,
entre los pliegues de tus sábanas acalambradas.
(Las sábanas que guardan las miserias
del último inquilino cara de náufrago).
Llueve muy hondo, con consecuencia modulada
una minuta del verano en tus muslos, en tus caderas.
Llueve un sarampión de agujas ebrias,
imantadas, paralelo a tu sueño deshecho
en cama de tormenta. Llueve de abajo
hacia arriba hasta cubrir tu nombre,
hasta botarlo. Llueve a cántaros entre los hilos
del contestador telefónico, digo el silencio,
la censura, la telaraña. Llueve con mala fe,
con mala leche. Llueve a intervalos nones
sobre una cadena de ceros tautológicos
en el mar de tu angustia sin fin. Llueve a tono
con tu miedo de lagartija de ojos saltones,
saltarines, sal si puedes. Llueve lujuria, delirio,
frenesí: esto da sexo por todas partes.
Llueve en primera persona, en voz baja,
sin límites ni comentarios marginales. Visto
y comprobado el caso, llueve contra tus senos
meditabundos, huraños y convincentes,
que huyen bajo una blusa de pecados mortales.
Llueve ausencia contra el reloj
de arterias imperfectas.
Llueve con prosapia de Caribe aborígen.
(Fuente: Mirar desde adentro)
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