lunes, 1 de julio de 2024

Víctor Coral (Lima, Perú, 1968)

 


𝐂𝐚𝐩𝐬𝐢𝐜𝐮𝐦 𝐩𝐮𝐛𝐞𝐬𝐜𝐞𝐧𝐬 - 𝐅𝐞𝐲𝐞𝐫𝐚𝐛𝐞𝐧𝐝

 

 
 
Con dificultad Abuela cogía entre sus manos regordetas
los rocotos rojos y anaranjados de su huerto.
 
Los cortaba en trozos no muy pequeños —con todo y pepas
negras, con todo y ‘venas’— y los molía con el milenario
batán de piedra, ese huevo aplastado de dinosaurio.
 
Abuela no leía (a diferencia de mi padre), no creía en diablos
ni aparecidos, pero temía profundamente al duende
de los rocotos; siempre le dejaba bajo el rocotero
el mejor fruto de la temporada.
 
Antes que los doctores tomaran cuenta de ello
abuela ya sabía que el rocoto era más sano que el ají amarillo,
que el agresivo aunque aromoso ají limo y mucho más
amable que el corrosivo pipí de mono oriundo de la selva.
 
Abuela solía soltar comentarios ácidos en los almuerzos:
arañas rojas que picaban en el rostro, en el hígado
y en el corazón a mi madre y sus hermanas —a veces
incluso a mí.
 
¿Qué tiene que ver Paul Feyerabend con todo esto?
 
Poco, nada.
 
Es sólo que —tal como lo hacía abuela— la lengua y la mente
de Paul enchilaban (excusadme el mexicanismo) la academia
científica, irritaban a los rígidos historiadores de la ciencia,
pero guardaban una bella ternura por la verdad enrostrada.
 
Tanto es así
que una vez soñé que abuela y Feyerabend tomaban caspiroleta
una fría tarde de noviembre en aquel huerto ancashino
y el autor de Contra el método, entre divertido y azorado,
se sometía a los lanzazos y alabardas de abuela.
 
—No descarto que ambos estén en el mismo centro del infierno
comiendo rocoto en llamas y recordando entre risas
los tratos y maltratos con los débiles seres que los rodearon.
 
 
(Fuente: Lab De Poesía)

 

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