Mi presión sube y me ordenan un eco, un dibujo sonoro de mi corazón.
Resulta que mi corazón es pequeño, apenas mayor que una pelota de golf, y tiene púas, algo que siempre sospeché. E incoherente, eso me dice el cardiólogo sombrío, "su corazón es incoherente y su alma, procariota".
Corazón:
Mientras los desgobiernos perfeccionan la oscuridad, yo sólo quiero los mismos anocheceres del patio y del aljibe. Y de la boina con borlas rojo vino entre los madroños en flor que tenía la forma adolescente de unas manos. Y la nube sobre el valle, desanudándose y cayendo.
Hecho de valvas, túbulos, crueldades, como una máquina despierta mi corazón va construyendo su propia soledad.
Soledad de carne muy vivida, de órgano maduro, que establece una individualidad plateada y disonante, de jilguero y carnívoro.
La luz le sopla por los huecos, igual que el aire de la vida, color de antigüedad, con momentos de pedrería y pólvora, y azules consecuencias de dolor como un pájaro equivocado de rama.
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