Alquimia del dolor
Mientras uno te alumbra con su ardor, Naturaleza, el otro llama a duelo. Lo mismo que le dice a uno “¡Entierro!”. le dice al otro “¡Vida y esplendor!”. Hermes, desconocido que me asistes y que día tras día me intimidas me vuelves semejante del Rey Midas, entre los alquimistas el más triste. Gracias a ti transformo el oro en hierro, y de los paraísos hago infiernos. En el manto del cielo, entre las nubes un cadáver que amé se me descubre, y sobre las orillas celestiales construyo mis sarcófagos gigantes.
Traducción de Ezequiel Zaidenwerg
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