de EL MÁS Y EL MENOS
LOS GORROS DE PAPEL
LOS GORROS DE PAPEL
La piedra caliza es el catarro del volcán, elaboración de materia escupida por las llamas. Es un corcho que va bien para cerrar, apto para sepulcros y bodegas. Nápoles es piedra caliza excavada de abajo y cargada encima. En las obras la manejé con frecuencia, es piedra sedienta, doblemente pesada si está mojada, fácil de tallar con el hierro.
Sobre la piedra caliza no resisten demasiado tiempo los revoques, terminan siendo rechazados.
[...]
La piedra caliza manda a decir que pertenece a la época desierta del planeta y que nosotros, especie humana, somos un moho de estación.
Desde la ventana veía de cerca la demolición. El desplome de un capitel, de un umbral, era avisado por el grito del capataz al pueblo del pasaje. «A soot⟫, abajo. Seguía el ruido profundo, de vísceras dañadas. Veía las habitaciones de par en par, la inconveniente desnudez de cocinas violadas.
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Quitadas las ventanas, desmontadas las barandas de los balcones, de cara al vacío vagaban hombres macizos, obligados a la agilidad de los acróbatas. Eran domadores de su propio miedo, bestia que está en cada uno y no se domestica con el uso. Permanece y gruñe, selvática.
Un niño frente a ellos creía que estaban haciendo trabajos forzados. Hoy sé sin dudas que es así: vender la propia fuerza de trabajo, con el riesgo permanente de dañarse, de caer. Expiaban la pena de ser hijos de la fatiga, sin escuela. Tenían alegrías impre- vistas, desahogadas en cantos en medio del barullo de los golpes de los arneses. El cuerpo ajusta los esfuerzos y las respiraciones a un ritmo musical. El cuerpo de un obrero gasta menos energía cuando llega al canto. El cuerpo es un organismo musical de viento, de cuerdas y de percusión.
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Trabajaban en destruir y volver a construir. Me gusta más la destrucción. Rompía el envoltorio, develaba desde el interior la caja mágica, llamada por comodidad «casa». Su tiempo pasado custodiando vidas detrás de picaportes, paredes, puertas, vidrios, se deshacía en polvo. El viento entraba y salía donde antes golpeaba inútilmente. Me gustaba la demolición, mientras más pisos bajaban más aumentaba la luz sobre mi cama. El cielo se engrandecía a golpes de pico.
(Fuente: Joaquín Valenzuela Bellocq)
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