Arrodillada
bajo el manto diáfano
del silencio,
succiono metáforas.
En mi garganta,
con sabor a flores secas.
La guardo en una pila bautismal
llena de letras líquidas
y hacemos el amor,
mientras pido perdón
por las palabras que mueren
en vísperas de revelar verdaderos significados,
por las frases que la mente maravillada
construye
y luego olvida,
por tantas vocales tristes
que no encuentran el grito adecuado.
Cierro los ojos
para seguir bebiendo a sorbos
las confesiones de este silencio orgásmico
que nace de la cópula
de estrellas fulgurantes y palabras atávicas.
Contemplo mi cuerpo menguante.
Olvido el dolor y la ira.
Olvido el rencor y la envidia.
Olvido la rabia y la vergüenza.
Olvido el mal.
Mis dedos sagrados
palpan rayos de luz.
Mis ojos tan sólo reconocen verdades.
Nuestro amor se salva
en la saliva de este beso cósmico,
voraz y expectante.
Canto.
Soy lo que queda
después de mecerse el sonido
sobre el manto diáfano
del silencio.
Corina Oproae (Făgăraș, Rumanía, 1973). Reside en Cataluña desde 1998. Escribe en español y en catalán, traduce poesía del rumano y del inglés.
(Fuente: Adriana Hoyos)
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