martes, 30 de julio de 2024

Ana Lafferranderie (Montevideo, Uruguay, 1969)

 

Puede ser una imagen de 1 persona y pelo rubio


INTRODUCCIÓN 
 

La luna ilumina el gesto
de quien me roba la energía instintiva.
Señala algo que no debo olvidar:
la realidad de aquel incendio
dentro de mí, el valor
de lo que sé.
La superficie necesaria de mis palabras.
 
La noche se sincera, se libera de miedos
retoma un equilibrio.
Tal vez somos nosotros, tan distantes
a los dos que empezaron.
Aún estamos juntos y por obra
de una perspectiva solo vemos
el fracaso de los intercambios,
su tope
lo que cae.
Eso que asoma en la fiesta acabada.
 
Cosas tan bellas así se desmoronan,
espacios que fueron creíbles muestran
su cara irreal.
Es el efecto de tu pensamiento, el mío
se mantiene junto a lo que ama,
dispuesto a desatar la creación.
Una casa nueva en un rincón entrópico,
un lugar poético en lo tachado.
 
***
 

MIENTRAS DORMÍAS, UNA DE MIS MANOS SE ACERCABA 
 

al lugar de tu corazón.
La otra se apoyaba sobre el mío.
Yo era el puente, el centro compartido de una ilusión.
Mientras dormías
yo hacía foco en la quietud de tus manos
el fuelle de tu pecho
y la línea que sube por las piernas directas,
firmes también en el abandono.
 
Descansabas respirando mi aire y yo
te admiraba la carne, te deseaba la fuente
la minúscula fuente.
Eras el centro de una escena casi quieta
en la que solo se escuchaba un secreto
de nadie a nadie
de dos a una.
Una palabra reconocida
y suficiente.
 
***
 

EL JUEGO ESTÁ PERDIDO
 

el choque de los átomos valió lo mismo.
Veo las cosas que no son
con ojos que no tuve.
Desearte es matar
algo de mí que necesito vivo.
Voy a llenar el hueco con mi cuerpo
recuperar lo que se fue de mí
lo que la boca
dejó en el templo.
 
***
 

LOS DÍAS SE SUMAN HASTA SER UN PASAJE , VIVO
 

en el espacio material de mi presencia
no hay soledad sino un eje suficiente.
Pequeñas partículas vuelven a unirse, puedo crear
cualquier conjunto, mirar la lámpara
pasar nudillos por la pared rocosa
aceptando las marcas.
Dejar que ocurra
una metamorfosis en la casa propia
una tierra encendida y desarmable
un camino no fijo que es mi vida.
Crisálida que se abre cada vez
de la que salgo con la piel desprendida,
con la belleza de lo muerto y lo vivo.
 
*****
 
(Fuente: Zenda Libros, vía Oscar V. Conde)

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