martes, 9 de julio de 2024

Marlene Zertuche (Guadalajara, México, 1983)

 

«Mares que mueren»

Tres poemas




Tatéi Haramara


todos los mares, el mar
Tatéi Haramara
madre mía y de los hombres
origen de las aguas del mundo:

en ti confío, diosa-venado
para que cuando muera
mi alma ronde cinco días
por los lugares en que de niña viví:

la acequia vertical
que dividía el pueblo
el patio y la cocina de tía Quica
el zaguán con su canto de canario
y, si se me permite la dicha
esas sombras
de la higuera
el nogal y el durazno

a esos lugares hazme volver
para que mi boca
coma el pan de la calma
el maíz de la desmemoria
para que en mis labios
se posen las gotas
del descanso eterno

después
llévame a tu piedra blanca
ya sin cuerpo
para iniciar mi camino

hazme entender
que no hubo paso mal andado

y ahí mismo
altísima señora de las nubes
regresa mi espíritu a tu vientre

guíame a casa
 




9 


mar semilla, mar inquieto, mar futuro, mar nosotros, mar tláloc

estamos aquí porque estiramos el tiempo, celebramos el fin de cada ciclo y coronamos nuestros altares con su cruz, cempasúchil, resucitamos cada muerto, anulamos el duelo, alumbramos una nueva trinidad, Coyolxauhqui y virgen: Guadalupe

madre cachalota, sueño vertical, nodriza ancha del anhelo, si la energía de la vida está tatuada sobre tus leches, ahora las corrientes, los ecos subterráneos, los hijos azules, despiertan la verdad de la belleza





el mar detrás del nombre


llevo un mar en mi nombre

por eso en cada sitio a donde voy
despierta una humedad

una cadencia

el ritmo de mis olas

de este fragor paciente que aprieto
este silencio inmenso

ceñido a mi pequeñez

las palabras que no digo

porque solo lo claro

debe ser pronunciado

llevo un mar en mí
en mi nombre

un crespo oleaje cubre la cama

mi sudor y mi sal se extienden sobre ti
te mueves, jadeas, das brazadas

te mueves, te clavas

te zambulles

en mí


mar salvaje que entra por la ventana

se hace imprescindible

atesorar imágenes

ansiar lo ajeno

apropiarse de la belleza
d
e los amaneceres de la roca

herir al pez con un punzante anzuelo
y al mejor hombre
deshabitarlo de sus besos

volverse visceral, tsunami
ahogarse de anhelos y acechar

no está mal, a veces, desearlo todo
vaciarse de carencias

siempre querer más

buscarlo, tomarlo, hacerlo nuestro
moldear la realidad, saciarnos

y cada noche venerar

la intensidad que somos



Guadalajara, México










Contribución a DscnTxt de Héctor Monsalve



(Fuente: Descontexto)

 

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