La alquimista
Quemé mi vida, para así encontrar una pasión del pensamiento a secas, divorciado del ojo y de los huesos, un éxtasis de la respiración. Quebré mi vida para refugiarme de la luz del amor y la congoja. Cada vez más voraz, la llamarada chamuscó la existencia y el deseo. Se apagó a ras de tierra y quedó muda. Me encontré con la carne sin enigma, y no con la sustancia de la mente, su pasión que trasciende voluntades.
Traducción de Ezequiel Zaidenwerg
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