No conoci a Ionesco,
nunca estreche la mano
al mulato de Martinica,
Keats
me revolvió sales
que suplantan
el amargor del muérdago
y la tripa de pescado.
Fui espejito
de esa macroscopia
en boca de Freud,
casi dado de baja
austriaco,
semilla hinchada,
casa y cerco,
y exilio,
las enaguas de Arendt
conservan el impacto
de su no presencia,
herida
no puesta de pie.
Que será,
oh embrollona musa,
feudal inspiración,
del beber hasta saciarse.
En relieve insuficiente,
la pincelada del Greco
en el mar de Mondrian,
los grises, azules y oros
de Qoussin,
oh gobierno del terror de la noche,
iterada recursiva.
Yo, nada.
Gracias.
Quevedo
y el verso neutro
de O. Paz,
tonalidades y sandiegos,
y el alquitranado pujo
que hollaba Racine
en capilla y terraplén
cuando Fedra
agradecia el llanto
a esos burdos
dioses cadavéricos
en las terrazas y palomas
que Valery hizo planear,
y esa retórica harta
de a dagas
y de a profanadas
razones sinrazones.
Que sera
de mi,
llorón
que no quiero ser,
el que engarra y suelta
huevos duros
para cena y funeral.
Que será
de mi
en este afán
de hospital y extinción.
Diente flojo,
lehugas en las encías
que debaten palillo
y repetición,
y ese
"esquema inconológico ventral"
que dio que hablar
a burreros y timberos.
Que será,
y que haremos
hoy,
indefensos,
sin Marx ni Einstein,
sin Homero ni Eliot,
en el un mundo que se va,
y nosotros, escolásticos
de kiosco y limonada.
Descorpiñada
teta de Tiresias
ojo sarpullido de Polifemo
en la play station.
Y
yo
autónomo
conforme quien quiera,
inferido,
aterido,
cangrejo y metalenguado,
algo sensible
y no tanto,
violento y violento
de segundas a primeras,
vivificado a campo traviesa,
con Jacinto Chano y Ramón Contreras,
naturalidad y artificio,
allá
en la islas
continentales
del Tordillo,
flor y nata,
simpleza y debida precaucion.
Inedito
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