jueves, 12 de noviembre de 2020

Valeria Correa Fiz (Rosario, Santa Fe, Arg., 1971)

 

 

PUNTO DE FUGA

 

Vistas desde el suelo,
las palmeras están plantadas a unos cinco metros de distancia
las unas de las otras
en la arena oscilante.
Pero en lo alto,
abiertas en estallidos verdes
y sin perder la fidelidad a su centro y punto de partida,
sus hojas se despliegan y confunden
en una única fronda
articulada por múltiples clorofilas.
Las aristas de sus hojas no se dañan
y en su entramado dibujan una vasta sombra crepuscular
que nos recuerda que

la soledad puede ser solo un error de perspectiva.

 

 

 

PASEO POR EL CEMENTERO

 

Lo que nos divide se esparce por el suelo: piedra,
polen, hojarasca, cicatrices;
ellos, los muertos,
me escoltan por debajo
—caminan con el hígado al revés como en espejos—.

Saben
donde inicia cada cruz, lo silente
de la hierba en sus raíces.

A lá altura de las muñecas, fruncimiento
del aire, tiempo detenido
en sus relojes.

¿Cuándo el día, cuándo el invierno?, me preguntan.
Digo: noviembre.
Descorre los cerrojos de las urnas, suplican.
Descansen, les respondo,
el sol cuando se va repuja sombras y exhibe
la fatiga de los pájaros en vuelo.

 

 

(Fuente: Aire nuestro)

 

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