miércoles, 18 de noviembre de 2020

Mahmud Darwish (Al-Birwa, Palestina, 1941 - Texas, USA, 2008)

 

 


ESCRIBE PUES

 
 
Escribe
que soy árabe;
que robaste las viñas de mi abuelo
y una tierra que araba,
yo, con todos mis hijos.
Que sólo nos dejaste
estas rocas.
¿No va a quitármelas tu gobierno también,
como se dice?
Escribe, pues
escribe en el comienzo de la primera página
que no aborrezco a nadie,
ni a nadie robo nada.
Mas, que si tengo hambre,
devoraré la carne de quien a mi me robe.
¡Cuidado pues!
¡Cuidado con mi hambre y con mi ira!
 
 
 
 
 

 
LA TIERRA SE ESTRECHA
 
 

La tierra se estrecha para nosotros. Nos hacina en el último pasaje
y nos despojamos de nuestros miembros para pasar.
 
La tierra nos exprime. ¡Ah, si fuéramos su trigo para morir y renacer!
¡Ah, si fuera nuestra madre para apiadarse de nosotros!
¡Ah, si fuéramos imágenes de rocas que nuestro sueño portara cual espejos! 
 
Hemos visto los rostros de los que matará el último de nosotros en la última defensa del alma. Hemos llorado el cumpleaños de sus hijos.
Y hemos visto los rostros de los que arrojarán a nuestros hijos por las ventanas de este último espacio. Espejos que pulirá nuestra estrella. 
 
¿Adónde iremos después de las últimas fronteras?
¿Dónde volarán los pájaros después del último cielo?
¿Dónde dormirán las plantas después del último aire? 
 
Escribiremos nuestros nombres con vapor teñido de carmesí,
cortaremos la mano al canto para que lo complete nuestra carne.
Aquí moriremos. Aquí, en el último pasaje.
Aquí o ahí nuestra sangre plantará sus olivos.
 
 
 
 
 

TENEMOS DERECHO A AMAR EL OTOÑO
 
 

Tenemos derecho a amar el final de este otoño y a preguntarle:
¿Hay espacio en el campo para un otoño nuevo, mientras
tendemos sobre él nuestros cuerpos carbonizados?
 
Un otoño que abate sus hojas de oro. ¡Ah, si fuéramos
hojas de higuera, hierba abandonada
para revelar la diferencia entre las estaciones! 
 
¡Ah, si no nos hubiéramos despedido del sur de los ojos
para preguntar lo que preguntaron nuestros padres
cuando se lanzaron sobre las puntas de las lanzas! 
 
Tal vez la poesía y la plegaria se apiadaran de nosotros.
 
Tenemos derecho a enjugar la noche de las mujeres hermosas,
a hablar de lo que acorta la noche de dos extraños
esperando la llegada del norte a la brújula.
 
Otoño. Tenemos derecho a aspirar el perfume de este otoño
y pedirle a la noche un sueño.
¿Puede enfermar un sueño como los soñadores? Otoño, otoño.
¿Puede nacer un pueblo sobre una guillotina?
 
Tenemos derecho a morir como queramos,
para que la tierra pueda ocultarse en una espiga.
 
 
 
 
(Fuente: Hugo Toscadaray)
 
 
 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario