Es agudo el diálogo del cierzo y del espino.
Se construye con púas
y sílabas de hielo.
Pero está exento de dolor.
Lo salva la fatiga.
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Otra vez los árboles desnudos
te hacen tiritar frente a la luz rojiza de la tarde
y de nuevo los pájaros se posan en tus ramas
para cederte su equilibrio.
Con qué reiteración paciente
se afirma en ti el entorno
hasta hacerte paisaje
lugar en donde caben
los árboles, los pájaros
tu propia inexistencia.
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No reniego del día.
En él cabe el desierto
que la voz amortigua.
La espera necesaria.
Todo aquello que pone ante tus ojos
completamente nuevo
y tal vez intocado
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Tiras la piedra
al centro del estanque
y no alcanza tu vista a ver los círculos.
Lo que importa es la imagen
que nace en tu memoria
la respuesta que vibra
en el hueco vacío de tu mano.
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Sobre la nieve
el animal descubre sus pisadas.
La conciencia del signo.
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El sol sobre la nieve
una sílaba es.
Donde todo comienza.
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El pastor ciego conduce su ganado
por la estepa y los cerros.
Como tú las palabras.
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Cuaderno del guardabosque seguido de variaciones sobre paisaje
Amargord ediciones
(Fuente: Papeles de Pablo Müller)
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