lunes, 1 de julio de 2024

Sebastián Jaka (Buenos Aires)

 

PRIMERO FUERON LOS PÁJAROS

.

.
Antes de mí no hubo nada, era todo grito.
Antes de vos no hubo nada, era todo grito,
golpe del inmensurable cayado del alba
oh, báculo, pastoral que azotabas contra la dura estepa de lo incierto
apenas un gesto obsceno se insinuaba entre los pliegues de tu toga
apenas un amante asomado sobre un lago enamorado de sí.
Sí, el juego de lo eterno era peligroso: no había NADA que volara, todavía, y así todo el vuelo.
Cuando llegaron las primeras aves no existían árboles ni cableados eléctricos, ni arbustos, ni...
tuvieron que aparearse por fuerza sobre tu hombro.
Eras un papagayo esplendente y el atisbo de un deseo que temblaba entre tus labios.
No requeriste ni la regla ni la escuadra:
los pájaros regaron las semillas de los árboles cuando aún no hubo siquiera tierra
y por fuerza la tierra y el árbol tuvo que nacer
y así los seres y las cosas
y todo lo que existe coreó tu voz en los siete mundos
y de pronto ese todo fue un vergel
un atolladero de goces y lamentos
un exceso de cuerpos enlazados
de miembros extendidos y espaldas combadas bajo el peso de la euforia
la vida blanca sobre la muerte blanca
una hoguera crepitando desde su propio centro
una bestia de mil cabezas que no paraba de comerse
entre nebulosas y estrellas impunemente nos espiabas
hasta que llegaron los amantes
lujuriosas serpientes aladas ensartadas en sí mismas
brazos tendidos a su cuello en un mismo celo:
vos, por fuerza, tuviste que envidiarlos
y les tendiste una trampa:
una jaula y un carcelero inmortal, como la piedra
y ahora es tan larga –nuestra- estirpe que olvidamos –nuestra- pena
y vivimos en jardines verticales
a espaldas del Estigia y el Mar Negro
bebiendo de un sol oscuro
la sed.
Pero fueron los pájaros
finalmente, tus únicos herederos;
no olvidamos
no fue si no, cuando inventamos
las aspaventosas avionetas
que aprendimos a volar.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario