martes, 2 de julio de 2024

Antonio Requeni (Buenos Aires, 1930)

 



Los amantes del Parque Lezama
 
 

No es el amor que muere
Somos nosotros mismos
Luis Cernuda
 
 
Llegan entre las hojas del otoño.
Se deslizan, irrumpen, atraviesan
la memoria del aire, las estatuas,
las aguas frías del estanque, el Tiempo.
Nadie los ve, nadie los oye. Vuelven
al escenario de su amor efímero.
Buscan rastros, señales, cicatrices
-un guijarro sepulto, una ramita-.
Las lluvias han borrado sus pisadas
y ya nada ni nadie los recuerda.
 
Se han sentado en un banco, el mismo banco,
y entrecruzan palomas y silencios.
Arriba están las cúpulas azules.
Sobre sus hombros, por piedad, acaso,
Las hojas amarillas se desprenden.
Algún pájaro canta. El parque cruzan
una anciana y un niño de la mano.
 
(Ellos jamás pensaron que estarían
destinados sus cuerpos a otros cuerpos
y sus ardientes bocas al olvido).
 
Lamentables espectros del ayer,
se contemplan vacíos, humillados.
La burla ha sido cruel. Y se separan.
No volverán, no volveréis a verlos,
porque los dos han muerto,
ya no existen,
son otros.
//
 
 

Oscuro fuego

 

¿Quién necesita que yo escriba?
Sin embargo es hermoso
vivir por la belleza, aproximarse
al fuego oscuro en el que arde
la fiesta y el misterio de la vida.
Aunque a nadie le importe.
Brilla en la noche el verso
bello y desamparado
como un cuerpo desnudo.
 
 
(Fuente: Cecilia Pontorno)

 

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