HOGAR
Vivía al final de la ciudad,
igual que una farola a la que nadie
cambia ya la bombilla.
La telaraña mantenía juntas las paredes,
el sudor, estrechadas nuestras manos.
Escondía mi oso de peluche
en los huecos de las piedras torpemente apiladas:
así los protegía de los sueños.
Día y noche daba vida al umbral
regresando como una abeja que
siempre vuelve a la flor anterior.
Era un tiempo de paz cuando dejé mi casa:
la manzana mordida no se había oxidado,
en el sobre venía el sello de una vieja casa abandonada.
Desde que nací me desplazo a lugares silenciosos
y hay vacíos que se pegan a mis huellas
como en la nieve que no sabe si pertenece
a la tierra o al aire.
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en “Lo que dijimos nos persigue”, Pre-Textos, Valencia, 2013. Trad. del macedonio, Yolanda Castaño y Marija Petrovska.
(Fuente: Jonio González)
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