Hay
en el interior
de la bóveda
del cráneo
un cielo estrellado:
cien mil palabras.
El poeta señala ciertas estrellas.
Esa constelación es el poema.
El traductor toma
esa constelación
la superpone al cielo
de otras latitudes:
busca las estrellas más cercanas
o las más bonitas:
las señala.
Esta constelación
es el otro poema
que se llama traducción.
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