1
La ciudad azul
“A
mí, Hasan, hijo de Mohammad el alamín, a mí, Juan León de Médici,
circuncidado por la mano de un barbero y bautizado por la mano de un
papa, me llaman hoy El Africano, pero ni de África, ni de Europa, ni de
Arabia soy. Me llaman también El Granadino, el Fesí, El Zayyati, pero no
procedo de ningún país, de ninguna ciudad, de ninguna tribu. Caravana
es mi patria y mi vida la más inesperada travesía […] y en Granada vive
aún mi inocencia”.
Amin Maalouf, Leo Africanus
Ve a Ispahn y conoce la mitad del mundo
El camino se tornará tormentosamente bello
La ciudad azul pertenece a la ruta de la seda
Tan suave tu paso que al llegar los pétalos de la rosa
Sabrán a chocolate miel y naranja sobre el rojo
Cuando llegues darás a luz el poema del atardecer
Para entonces regresar parecerá imposible
Los viajeros no tienen casa ni una sola ruta
La otra mitad del mundo está en Xaouen, allí desnúdate
Ama como aman los valientes, ve a morir a otras tierras
La ciudad azul no te pertenecerá por un segundo
La inocencia llévala en ti más allá de Granada
2
Un hombre con faldas
درد کی دوا پائی دردِ بے دوا پایا
((ishq se :tabii((at ne ziist kaa mazaa paayaa
dard kii davaa paa))ii dard-e be-davaa paayaa
Por la pasión, el temperamento encuentra el sabor de la vida, una cura para el dolor, un dolor sin cura. (Ghalib)
Debajo de una falda escocesa
Los soldados y gaiteros no llevan nada
Tampoco el chivo verde
De origen incierto por su pelo rubio
Mi hombre alto y esbelto
Después de estar desnudo
Sale de la cama y se amarra a la vida
Con su lungi a cuadros
(No vayas a decir lingam, me advirtió)
Pero yo sigo confundiendo las palabras
Para esta escena final luce camiseta azul
Con palabras urdu grabadas en negro
Sus sandalias devoraron las calles
de Delhi ahora de regreso a las mías
En la suela sus días va contando
Un hindú fingidor de identidades
Lleva escondido un animal erecto
Y se viste durante el intermedio
Teatral de quince minutos y yo
En la pura desnudez me quedo
Somos actores intercambiando los sexos
De vuelta con nada más que su lungi
La serpiente asoma la cabeza
Entre bastidores, vigilante se viene
Con todo y lengua bífida
Reconoce el espacio entre unas piernas
Es ordinariamente fácil meter la mano y abrir
La tela por donde unos dedos hurgan
No hay siquiera un nudo en la cintura
Solo un embrollo de algodón
Tocaron las campanas tres veces
Llaman para volver a escena
El intermedio termina pero el telón no sube
Solo baja, se desliza, y cae
3
Buscadores de oro/Gold Diggers
Yo sé lo que el oro hace en los corazones de los mortales
Howard en El Tesoro de la Sierra Madre (John Huston)
Ese tiempo que ya no queda nos da a escoger lágrima o risa.
Como el oro al final del celuloide vuela lejos del fardo conteniendo los sueños.
Al tocar tierra se rompe y del suelo pasa al aire o en la nada se dispersa.
Libre entre los cuatro caminos va volando El Tesoro de la Madre Sierra.
Somos como esos actores finales y de segunda, sobrevivientes felices.
Con los bolsillos bien rotos, el corazón remendado sostiene la última monedita del amor.
4
Humphrey Bogard ha muerto
Bien morido está con sus botas bien puestas
Todos somos él y sus dos cuates
Manos vacías, risa loca a borbotones
Epifanía ante el río que lava la arena
Dorada de la Sierra Madre
Como ellos, nos asimos al caballo del adiós
Desde lejos venimos para volver a empezar
Qué más da si el reloj cabalga al minutero
Se agarra del estribo, y segundo a segundo va trotando
Nadie ha visto esta réplica del filme
La cámara es lúcida y erótica en el sur
Sus protagonistas pasan la edad de los cuentos
Había una vez dos amantes ochentosos
Y ciertamente lo son a los ochenta
El tiempo es oro, aquí en la sierra como el cielo
Lo sé yo de sobra, acentuó el viejo Howard
5
Los tres hermanos
Los ojos de él son amarillos
Mis ojos de mí son verde monte
Los ojos del segundo fueron azules
Por llorón a los cinco se le pusieron grises
Miramos de ese modo
En colores poco convencionales
Nunca claros del todo
Híbridos de algo, de una madre
A ciencia cierta, germen de trigo
Descendientes de islas canarias
Tres somos, común denominador
Una santísima saudade
y ese amor por el mar
Llegó en tiempos de La Guerra y la Paz
“Pierre
estaba en lo correcto cuando dijo que debíamos creer en la posibilidad
de la Felicidad si queríamos ser felices, y ahora lo creo. Dejad que los
muertos entierren a los Muertos, pues mientras yo viva, debo vivir y
ser feliz”
Leo Tolstoy
Estoy hablando del amor, así sin avisar
A los puertos cuando el mundo del siglo XXI
Era una pandemia y todo era de puertas adentro
Solo más solitarios que lobos esteparios
Errantes por los montes de Washington Heights
Empezamos a imaginarnos uno al otro
Máscara sobre nariz, boca y corazón
Cada uno enmascarado de silencios y de un gran ojo
Por esas calles del Caribe en el alto Manhattan
Como no nos conocíamos, no todo parecía oscuridad
Caminando por esas tierras, las bombas y los misiles
Pasaban por mi lado y por el tuyo las palomas del parque
Durante los meses de abril y mayo música de las esferas
Dominicanas y boricuas de merengue y salsa
El cuerpo del hombre negro e invisible de Waldo Emerson
Escultura de padres que no llegaron nunca
Entre los árboles atravesando su cuerpo también caminábamos
Desconocidos, pero conociéndonos desde antes
A ciencia cierta inventé la forma en que llegarías,
dudé si a pie o en bici porque un taxi costaría ese gran ojo de la cara
¿Serías la insólita abeja frente a los claustros medievales de la 190?
¿O la luciérnaga japonesa en mis noches sin abrazo?
Sé que estabas con vida y yo con mis seis sentidos alerta
Busqué tu voz entre los sobrevivientes cuando las ambulancias
y los cacerolazos celebraban la vida a las 19 horas del norte
Yo mismo respiro como un Viktor Frankl
En busca de sentido pero, después de encontrarlo, vienes tú
La gran respuesta fuera de los campos de la muerte
Somos tal vez como judíos o árabes de cuna
universales rojos por decisión, azules por Darío y por raros
He de creer que preguntarse en las noches, si mañana será mañana
O el ayer lo imaginamos en la distopía invertida de un sueño
No importa si la solución final es dormir en paz o en guerra
Morir así como esas abuelas meciéndose en la silla
Vivir así como esas madres cantándole a su propia niño
Acunándose hasta que un día gatea, corre y vuela
Aquí es el lugar dentro del cielo azul orgásmico
Mojado porque los pájaros hacen el amor en el aire
Con las alas abiertas de par en par, estoy hablando del amor
La felicidad anunciada que imaginamos está aquí
La pluma cayendo a tierra, El Ángel Levine, solo existe
Si lo imaginas primero y si en verdad crees en ángeles
Y el amor en los tiempos del virus, en tiempos de guerra
Imagínalo primero, hablo del amor que toca a la puerta
Enlaces: Madeline Millán | La Otra | La estafeta del viento | Vuelo de noche
(Fuente: El Poeta Ocasional)
No hay comentarios:
Publicar un comentario