tres poemas
El deseo del mundo
Amor, hay un castillo levantado en un país desolado,
en una roca sobre un bosque de árboles sombríos y grandes,
acribillado por el relámpago entre peñascos de grandes filos esparcido,
las montañas se alzan sobre la arboleda, y el gélido barranco
resuena con el estruendoso rugido y trueno de un río poderoso
que baja furioso por una catarata. Las torres y el bosque se estremecen
y los lobos grises tienen miedo; el canto de los pájaros queda ahogado,
y el pensamiento y el habla del hombre en el ruido del agua hirviendo.
Pero al otro lado del barranco, yermo y afilado
con la luz del sol en sus torreones, se divisa el castillo,
calmo y maravilloso, blanco sobre el verde
del bosque húmedo y ondulante, todo inclinado,
porque el viento impetuoso del norte no descansará ni de día ni de noche.
Pero aun así, las torres quedan por encima, tan poderoso es el lugar,
las puertas de marfil, los tejados de rojo cobre.
Los guardias, serios, caminan por siempre en círculo sobre las murallas
y los dragones vigilantes descansan en las puertas de marfil,
no hay nada que los preocupe, ni el odio de los dioses ni el empeño de los hombres,
y será un lugar de descanso, corazón, para ti y para mí.
A través del bosque húmedo y ondeante, con una pena inmemorial,
cantando el arrepentimiento del mundo, vaga salvaje el hada,
a través de los cardos y las zarzas, a través de la maraña de espinas,
hasta que sus ojos se oscurecen por el llanto y sus pies vagabundos se rasgan.
A menudo, mira en vano la puerta del castillo
porque su belleza desalmada, al castillo nunca gana.
Mas en la corte sagrada, escondida en lo alto de la montaña,
vagando por los jardines del castillo hay mucha gente encantadora
que respira otro aire, que bebe de una fuente más pura
y entre esa gente, querida, hay un hueco para ti y para mí.
~
Mientras cae la ruina
Todo esto no es sino ostentosa retórica sobre amarte.
Jamás he tenido un pensamiento altruista desde que nací.
Soy un mercenario y egoísta hasta la médula:
os quiero a Dios, a ti, a todos mis amigos, solamente para servirme.
Paz, consuelo, placer es todo lo que busco,
no soy capaz de salirme ni medio palmo de mi propia piel:
hablo de amor —el loro de un sabio puede hablar griego—
mas, encerrado en mí mismo, siempre acabo donde empiezo.
Solo que ahora me has enseñado (cuán tarde) mi falta.
Veo el abismo. Y todo lo que eres estaba convirtiendo
mi corazón en un puente por el que podría volver
del exilio, y hacerme hombre. Y ahora el puente se está rompiendo.
Por ello, te bendigo mientras cae la ruina. Los dolores
que me causas son más preciados que todas las ganancias.
~
La razón
En la acrópolis del alma, la razón se erige
virgen, armada, comerciando con la luz celestial,
y aquel que peca contra ella mancilla su propia
virginidad: no hay pureza que devuelva el blanco a sus ropas;
así de clara es la razón. Pero cuán oscura, imaginativa,
caliente, lóbrega, desconocida e infinita, hija de la Noche:
oscura es su frente, la belleza de sus ojos, de sueño
está llena, y duraderos son sus dolores, y su deleite.
No tientes a Atenea. No la hieras en su fértil sufrimiento,
Deméter, ni te rebeles contra su derecho de madre.
¿Quién reconciliará en mí a la doncella y a la madre?,
¿quién llegará en mí a un acuerdo entre la profundidad y la altura?,
¿quién hace que la caricia tenue y exploradora de la imaginación
vuelva a ofrecer lo mismo que la visión intelectual?
Entonces podría honestamente decir, y no engañar,
entonces podría yo decir: CREO.
En Mientras cae la ruina y otros poemas. Antología poética. Madrid: Ediciones Encuentro, 2018.
Versiones de Mónica Serrano Porta y Álvaro Petit Zarzalejos
/
World's desire
Love, there is a castle built in a country desolate,
On a rock above a forest where the trees are grim and great,
Blasted with the lightning sharp-giant boulders strewn between,
And the mountains rise above, and the cold ravine
Echoes to the crushing roar and thunder of a mighty river
Raging down a cataract. Very tower and forest quiver
And the grey wolves are afraid and the call of birds is drowned,
And the thought and speech of man in the boiling water’s sound.
But upon the further side of the barren, sharp ravine
With the sunlight on its turrets is the castle seen,
Calm and very wonderful, white above the green
Of the wet and waving forest, slanted all away,
Because the driving Northern wind will not rest by night or day.
Yet the towers are sure above, very mighty is the stead,
The gates are made of ivory, the roofs of copper red.
Round and round the warders grave walk upon the walls for ever
And the wakeful dragons couch in the ports of ivory,
Nothing is can trouble it, hate of the gods nor man’s endeavour,
And it shall be a resting-place, dear heart, for you and me.
Through the wet and waving forest with an age-old sorrow laden
Singing of the world’s regret wanders wild the faerie maiden,
Through the thistle and the brier, through the tangles of the thorn,
Till her eyes be dim with weeping and her homeless feet are torn.
Often to the castle gate up she looks with vain endeavour,
For her soulless loveliness to the castle winneth never.
But within the sacred court, hidden high upon the mountain,
Wandering in the castle gardens lovely folk enough there be,
Breathing in another air, drinking of a purer fountain
And among that folk, beloved, there’s a place for you and me.
~
As the ruins falls
All this is flashy rhetoric about loving you.
I never had a selfless thought since I was born.
I am mercenary and self-seeking through and through:
I want God, you, all friends, merely to serve my turn.
Peace, re-assurance, pleasure, are the goals I seek,
I cannot crawl one inch outside my proper skin:
I talk of love—a scholar’s parrot may talk Greek—
But, self-imprisoned, always end where I begin.
Only that now you have taught me (but how late) my lack.
I see the chasm. And everything you are was making
My heart into a bridge by which I might get back
From exile, and grow man. And now the bridge is breaking.
For this I bless you as the ruin falls. The pains
You give me are more precious than all other gains.
~
Reason
Set on the soul’s acropolis the reason stands
A virgin, arm’d, commercing with celestial light,
And he who sins against her has defiled his own
Virginity: no cleansing makes his garment white;
So clear is reason. But how dark, imagining,
Warm, dark, obscure and infinite, daughter of Night:
Dark is her brow, the beauty of her eyes with sleep
Is loaded and her pains are long, and her delight.
Tempt not Athene. Wound not in her fertile pains
Demeter, nor rebel against her mother-right.
Oh who will reconcile in me both maid and mother,
Who make in me a concord of the depth and height?
Who make imagination’s dim exploring touch
Ever report the same as intellectual sight?
Then could I truly say, and not deceive,
Then wholly, say, that I BELIEVE.
(Fuente: La comparecencia infinita)
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