sábado, 26 de febrero de 2022

Marisa Martínez Pérsico (Buenos Aiires, 1978)

 



 

 

 

SOUVENIR DE PIRIÁPOLIS

 

 

 

En un móvil usado,

con el cristal partido y la memoria agotada,

allí donde persisten nuestras fotos

de aquel invierno juntos,

 

en un ataúd de plástico, como un tesoro hundido,

con la única copia del recuerdo,

 

aún descansan las voces que me enviaste,

las palabras felices

de quien dice «presente» a la distancia,

tan lejos de lo efímero y tan cerca,

todavía, de la piel.

 

En un aparato descartable

que no fue arrojado a la basura

por instinto ecológico,

que espera encontrar su vertedero

allí donde un empleado público dispuso

el tanatorio de los trastos sin alma,

 

en un cofre de agenda inaccesible,

 

aún reposa el perfume de la luz,

los camalotes de un cuadro

que parecen pintados por un artista ciego

para que ese lienzo ocupe un trazo del amor

y un detalle de todo su milagro

se me pueda olvidar.

 

Yo recuerdo ese puerto en que te quise.

Agitaba sus brazos de madera con siluetas de barcos,

atento, desde el vidrio,

mecido por la brisa como un aplauso azul.

 

Pero el azar es súbdito del tiempo.

Sus avisos nunca son abstractos.

 

En la esquina del bar donde me viste

apareció el cartel de una serpiente

y me contaste de aquel gato agonizante

el día en que cambiamos, los dos, de celular.

 

Quisieron irse juntos.

Se pusieron de acuerdo, también, para romperse.

 

Y no pudimos hurgar en sus desechos,

volver a las imágenes de espuma,

a su breve simulacro del amor.

 

Ahora,

que no quedan registros del pasado,

que perdimos el paraíso virtual de los mensajes,

ojalá resucite, un día, en tu memoria

cuando escuches el mar.

 

 

 


En: Principios y continuaciones

 

               Editorial Pre-textos

 

              (Fuente: Papeles de Pablo Müller)

 

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