SOBRE LA FORMA DEL PELO EN LAS MANOS
Cerraron la bolsa negra & me obligaron a mirar, me obligaron a sentir el témpano que avanzaba en mí. Me dijeron mira cómo el fondo de la calle se ha venido quedando vacío. Lo permanente retrocede & las palabras vueltas hacia sus propios confines separan como un serrucho los últimos fragmentos de luz. Este es el firmamento de las despedidas —dije. Mientras tanto el cabello de mi hermano siguió creciendo punzante, sin tregua bajo aquella bolsa negra. ¿Habrá que traducir el enjambre de verdades que se esparce como el polvo ante esta puerta?, ¿habrá que tachar las tachaduras, el abdomen cortado, el saludo enrejado de los cristales que marchan hacia un tenue mediodía? No creas que todo en las flores está desprovisto de dolor —dijeron. Una ciudad invisible flota vulnerable sobre otra ciudad. Yo cerraba sus ojos & tocaba su cabeza. La contemplación es una materia divina, decía el viejo Hokusai a sus alumnos mientras pintaba los mil dragones; es por eso que tenemos que dejar sonar el teléfono & jamás llamar. Si una imagen llama a la puerta hay que darle la bienvenida por atreverse a cruzar la ciudad como un rasguño de nieve. Los demás son cifras oscuras como las sombras de una rama. Aun así el pelo siguió creciendo & el texto de a poco permitió evidenciar sus funciones. Es vasto el campo visual si uno piensa en las sábanas, la ropa colgada que se agita entre los edificios. El cuerpo está aturdido porque a partir de ahí hay algo que escapa, algo que tiene el rumor del oleaje, algo que habla & luego se multiplica. Es por eso que los médicos dicen que lo último que se descompone del cuerpo es el pelo.
En: Bocetos de plantas y animales
Ediciones Liliputienses
(Fuente: Papeles de Pablo Müller)
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