Pecados de Mujer
Perdonadme el pecado de mis ojos
-oh amor mío- si han osado por un instante
invadir el querido santuario de vuestro rostro
con delicias. Delicias ardientes e insistentes
como las aves salvajes e intrépidas
que recorren el elevado templo de los cielos.
Perdonadme el pecado de mis manos
si acaso han sido demasiado atrevidas
en su palpitante deseo de acariciar
vuestra carne, estrecharos -oh amor mío-
y colmaros de dones
tan innumerables como las arenas
¡Oh perdonad el pecado de mis manos!
Perdonadme el pecado de mi boca
oh amor mío, si os ha ofendido
con silencio o un canto inoportunos,
si os ha acometido y oprimido
y se ha apoderado de vuestros labios,
¡oh perdonadme el pecado de mi boca!
Perdonadme el pecado de mi corazón
si él ha transgredido contra voz.
Si ha intentado cautivar o violentar nuestro amor
para apaciguar su llama
para consolar su hambre,
para aliviar su dolor
de su hondo pesar.
¡Oh perdonad el pecado de mi corazón!
~
A un Buda sentado en un loto
Señor Buda, en tu trono de Loto,
con ojos suplicantes y manos jubilosas,
¿qué éxtasis místico posees,
inmutable y fundamental?
El viento del cambio para siempre sopla
a través del tumulto de nuestro camino,
Los dolores nonatos del mañana deponen
las penas de nuestro ayer,
el sueño produce el sueño
contienda sigue a contienda
y la muerte desteje las telas de la vida.
Para nosotros el trabajo y el calor.
los secretos rotos de nuestro orgullo,
las lecciones arduas de la derrota,
la flor aplazada, el fruto negado;
pero no la paz, ganada supremamente,
señor Buda, en tu trono de loto.
Con manos fútiles queremos ganar
Nuestro deseo inaccesible,
queremos obtener cimas más divinas,
con fe que se hunde y pies que se cansan.
Pero nada conquistará ni controlará
el hambre de nuestra alma, dirigida
hacia el cielo.
El final, evasivo y lejano,
aún nos tienta con su vuelo insinuante,
y todos nuestros momentos mortales son
una sesión del infinito.
¿Cómo alcanzaremos el grande y desconocido
Nirvana de tu trono de loto?
***
Versiones de Emiliano González, con el apoyo de las escritoras Inéz Vargas Núñez y Beatriz Álvarez Klein.
Círculo de Poesía
(Fuente: La comparecencia infinita)
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