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El ingeniero máster discurseó:
"Oigan el trépano rotar, la dicha de rogar,
Zancadas de estas barrar huecas cautivan.
Vean, se enroscan unas con otras para fracturar
El oleaje sumergido, le darán entonces ocasión de muestreo.
Así lo determina la tembladera terrestre:
Venda que cae de los ojos, astucia armada
La proyección de nuestras mentes y el nervio sensorial.
Así, como magnates generosos, ahorramos material vertido.
Breves tristuras de la sofocante peluca, apegos medianeros
del mechón sacatestigo,
De la siempre madre del hampa: Celestina.
Juegos y senos crespos.
Hete aquí:
Ceden a la esquivez de turbaciones salobres,
El recto pintorreo de huevos podridos,
Y alborozan al atleta audaz, celoso restaurador, efecto dominó.
Aceite de piedra, a favor de la inocencia que tiene precio,
Alfombra para ella tendida, tiernas confidencias,
Hagan la gracia, toquen, toquen aquí...
Palpen el pugilato que canturrea en las terrazas.
Vuelve, revuelve, revoltijo lento, el portatestigo,
Renguera del orfebre, espinazo manifiesto de valles y quebradas.
Quieren perjurar en el mediodía mortificante que aplasta el brío.
Nunca estuvieron sosegados, no aparejos, sí plataformas.
Que alguien apriete el botón y abra los circuitos.
El negror resbala, se despereza y sube la fortuna.
Conmovido, rompió bolsa, estrujó líquido amniótico, se urgió nacer / en pie.
Vean, de bote a bote, rebosa hasta el borde un ducto central.
Oigan el ahogado fluir. Peguen la oreja. Aquieten coloquios, oigan.
Y si el estímulo es tan pujante, me humillo.
¿Por qué no distorsiona el meridiano y las normas horarias?
Hay como pensativo desgarro salitrando las torres,
Calmo atardecer.
Un fibrón de nubes, homicidio evangélico.
¿Y quién es una montaña? ¿Y de quién es la montaña?
¿Una montaña que por tres veces agujerea la posesión de la luz?
¿Airosa sequedad lucrativa en la montaña, criminal ambición?
¿Quién sabe? Sabemos. Simulamos. "El hombre es dinero".
Vengan. Vean. Sientan. Oigan. Manipulen.
De improviso, tan lejos, aquí a un paso,
No, más allá, no se lo lleven por delante,
Corta la ringlera un bloque de adobes.
La misma publicidad es la que enturbia barracones.
Única morada en única orilla, cobriza cara sucia.
Reconocemos contentados
En la madrugada aún virginal
Los accesos del terreno:
Caleta o barranco,
Meseta temporaria,
O estepas de escarchadas famas.
Se dice, mordiendo la lengua, como acecho productivo,
La sima del océano, matriz a explorar.
Oigan el agua que fue cuadril de greda,
Desenvainada del pozo con barrotes de picado
Se adosa al férreo y magnético hilo de Escocia,
Que fracciona el subsuelo, que engatusa el suelo,
Que capta fundamento...que gana en zafiros...
Que se sacude aleteando en el negro trepidar..."
"Okey...ya...ya, salgamos a fumar. ¡Quince minutos!
Mejor me saco un ratito el antifaz."
"...y con el descomunal barreno
Se derrama en superficie;
Arrostra, ...no ¡perdón!, arrastra,
Virutas de peñas molidas
Y las decanta en canaletas o tanques a propósito."
Prosigue, el malinche colorado:
"Como decía, toquen, amasen, percudan, pequen,
Esa oscura virilidad, retumbo loado.
Encharquen el ciego tumulto de verdades y patrañas.
¿Es nuestro costillar el alma del barro?
¿Nuestro junio y diciembre, sin pasar por abril?
Y contra el cielo brumoso anuncia
La reputación con el fango fregada.
Hasta que el chapoteo
Sea una moneda negra, negra de metal harina,
Engarfiada en la boca del tesoro.
¡Pueden irse! ¡Poco entendieron! ¡Bodoques!
La delicadeza del petróleo es abono del fértil humus,
En ella no tienen ni tendrán cabida, badulaques,
Ni residuos exuda, complicidades bruscas, de perlas."
Herramientas:
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Héctor Giuliano
-Inédito -
De "Aceite de piedra fecal. Tesis del doctor."
(Fragmento)
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