TRES POEMAS DE LOS DELIRANTES
Mi cuerpo vestido contra el árbol. Lo agarro con fuerza.
Las ramas doblándose. La tormenta ha llegado hasta
aquí, también llegó del ecuador.
La arena del desierto se agarra al pelo.
Deshago los matojos uno a uno y me los como.
Un nido de pájaro hecho de pelo en el estómago.
La arena caliente como cimiento.
Decoloración. Los polluelos blanqueados por el cloro.
Todos del mismo color. Un tono homogéneo.
Una invitación a igualarse. No ser consciente
de que esto ocurre en mi interior.
El jardín de mi estómago
como una capilla de difuntos para nonatos.
Que antes de la eclosión quedaron marcados
por una discapacidad.
La palidez.
Que no se atreven a cambiar.
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La sirena. El reloj del vientre. El sabor yació aquí.
Desnuda con la mano de la muñeca de porcelana
sobre el sexo.
Meciéndose como el barco que llegará.
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Así es como plantamos los ojos,
como si sembráramos papas el uno en la cara del otro.
Simplemente hundimos los dedos hasta el tope.
Habría dicho que las hojas pronto brotarían,
si eso hubiera sido un consuelo.
Habría dicho que ya había visto brillar papas bonitas
en las cuencas de tus ojos,
si no hubiera temido que fuera cierto.
Matilda Södergran
Los delirantes
Selección y traducción del sueco: David Guijosa Aeberhard
Letraversal
(Fuente: Papeles de Pablo Müller)
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