«Islas»
(1954-2023)
dos poemas para haroldo conti
1. SUDESTE
el corazón de las tinieblas es verde.
el río es el tiempo.
el atardecer bajando como un ladrón
sorprendía con ocres gastados
un silencio de cigarrillos húmedos,
sólo interrumpido
por el lamento rutinario de algún bayo,
o el grito herido de una gallineta de monte.
en el canal a lo lejos
roncaba una laucha almacenera.
el río es esta ancha y vasta soledad
este cielo
este aire
y las islas sumidas en esa bruma infinita.
mañana será otra vez
los golpes de los remos alargando el sopor,
extendiendo un fastidio progresivo
de vagabundaje por el hastío
será otra vez
la vieja y su lucha en los juncales
será otra vez
la mirada triste o absurda de los peces
será otra vez
la muerte del aleluya repitiéndose
por siempre desde el cuarentayocho,
alguna borrachera con caña quemada…
mañana será otra vez
la esperanza de un barco.
el sudeste silbo despacio
enroscándose en los huesos del río.
la vieja
apagó el farol.
2. DESDE LAS VÍAS
el otro cambio, los que se fueron
litto nebbia
levanto la cabeza y respiro
hondo hundo
la cabeza en el áspero aliento
del río.
hay luces por todas partes
que sólo sirven para confundir
aquí entre estas latas
donde las casillas oscilan como globos
y las ventanas de los trenes
puntean velozmente la penumbra...
la cabina de señales
cabecea igual que una chata arenera
al fondo
el lívido resplandor de un verano
se desvanece con el día
y más atrás aún
tiemblan se encogen
los focos empañados de automóviles
que bailotean como un tropel de mástiles
las grúas de las dársenas
y por encima de todo
la chimenea de una usina
se elevan sobre la mugrienta
claridad del amanecer.
la vida
reducida a un punto sanguinolento
una galleta un vino
una interminable hilera de camiones,
una tarde en las vías abandonadas…
–y allá mi cabeza,
a reunirse con los que se fueron–
las villas todavía están
envueltas en la niebla naranja
y aquello parece
el comienzo de los tiempos.
la propia llama del calentador
se opaca destiñe.
mi madre y las cosas
aparecen cubiertas de ceniza.
en Jonás y los sueños diurnos, 1983
Fotografía original de Dante Fernández
(Fuente: Descontexto)
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