El poema en sí mismo
Desde el silencio perfecto estalló silenciosamente.
Cuando los brillantes restos se aquietaron,
allí estaba.
los trazos de tinta lo delataban.
Delatar es la palabra.
Desde allí se desplazó hasta la miseria,
virgen regia en un prostíbulo,
improbablemente intacta.
Tuvo sus seguidores, proxenetas, incluso
sus amantes. El hombre responsable
murió, finalmente.
Cuando el polvo de su cerebro abandonó los huesos,
el vínculo se rompió. Escapó hacia sí mismo.
Ya no respondió.
En la estantería, junto al tictac del reloj, en los negros
rimeros de medianoche: ahí está. Una luna
para todas sus mareas.
(Fuente: La Parada Poética)
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