11 POEMAS
ENTRA DÓCILMENTE
Te han crecido alas de dolor
y te agitas en la cama como una gaviota herida
pidiendo agua, pidiendo té, uvas
cuyas pieles no puedes mascar.
¿Recuerdas cuando me enseñaste
a nadar? Suelta, dijiste,
el lago te sostendrá.
Ansío decir, suelta Padre
que la muerte te sostendrá.
Afuera, el otoño prosigue sin nosotros.
Con qué facilidad ceden las hojas,
las oigo en el último soplo de aire,
dejando atrás este lugar que desaparece.
VOCES
Juana oyó voces.
y por ello ardió.
Mientras conduzco en la oscuridad
escribo poemas.
Anoche pensando
en cómo espaciar los versos
me pasé una señal de stop.
Cuando me justifiqué
el policía asintió,
y me puso
una multa.
Un entendido me dijo
que los escritores tienen un plazo de quince años:
luego llega la repetición,
incluso la locura.
Como Midas, supongo que
todo lo que tocamos se convierte
en un poema-
cuando el hechizo existe.
Pero piensa en el poeta después de ese plazo
tocando los árboles que
siempre ha tocado,
pero esta vez no ocurre nada.
Imagínatelo yendo de un tronco
a otro, magullándose
las manos con la áspera corteza.
Solo quedan cinco años.
A veces entierro
mis poemas en el jardín,
reservándolos
para los fríos días venideros.
De todos modos
te quemas por ello.
UNA PEQUEÑA HISTORIA DEL PENSAMIENTO
JUDIO EN EL SIGLO VEINTE
Los rabinos escribieron:
aunque está prohibido
tocar a un moribundo,
sin embargo, si su casa
se incendia
debe ser sacado
de ella.
¡Bárbaro!
digo,
¿a quién podría tocar yo entonces,
no estamos todos
moribundos?
Sonríes
con tu vieja sonrisa de conciliador
y preguntas:
pero ¿no están nuestras casas
quemándose?
SUEÑOS
Los sueños son el único
más allá que conocemos;
el lugar donde los niños
que éramos
se mecen en los brazos de los niños
en que nos hemos convertido.
Son tantos como hojas
en sus migraciones,
como pájaros de cuya muerte nos enteramos
por la única pluma
que dejan atrás: un indicio,
una partícula de sueño
captada por la vista.
Son tan irrecuperables como la arena.
HAY POEMAS
Hay poemas
que nunca se escriben,
que solo se agitan de un lado a otro
de la mente
como escritura aérea
en un día tranquilo:
lentamente la primera palabra
se deja llevar hacia el oeste,
las últimas letras se disuelven
en la lengua,
y lo que se deja
es el azul puro
de la intuición, sin nubes
ni consuelo.
EN MITAD DE UNA VIDA
Esta noche entiendo
por primera vez
cómo una mujer puede elegir
su propia muerte
tan fácilmente
como si esta fuese una ciruela negra
que escogió
de una cesta
de brillantes melocotones.
No sería la desesperación
lo que le moviera a hacerlo
o el hambre,
sino una especie de calma.
Las tardes están llenas
de finales: las pálidas flores
del trébol pliegan
sus frágiles alas, toda
promesa ha sido hecha.
Existe siempre
ese momento en que el sol
hace equilibrio
en el borde
del mundo
cae
y se pierde en el mar,
y el cielo se ve inmenso
y maravilloso sin él.
ESTOY APRENDIENDO A ABANDONAR
EL MUNDO
Estoy aprendiendo a abandonar el mundo
antes de que él pueda abandonarme a mí.
Ya he renunciado a la luna
y a la nieve, cerrando mis persianas
a los reclamos de lo blanco.
Y el mundo se ha llevado
a mi padre, mis amigos.
He renunciado a las líneas melódicas de las colinas,
trasladándome a un paisaje plano, mudo.
Y cada noche renuncio a mi cuerpo
miembro a miembro en sentido ascendente
a través de mis huesos hacia el corazón.
Pero llega la mañana, con breves
aplazamientos en la forma de café y el canto de los pájaros.
Al otro lado de la ventana un árbol
que hasta hace unos instantes no era más que una sombra
recupera sus ramas hoja a hoja.
Y mientras yo recupero mi cuerpo
el sol apoya su cálido hocico en mi regazo
como para enmendar el daño ocasionado.
A UNA HIJA QUE SE VA DE CASA
Cuando a los ocho años
te enseñaba a andar
en bicicleta, arrastrando los pies
a tu lado
y te alejaste tambaleándote
sobre las dos ruedas, tan redondas
como mi boca abierta por la
sorpresa cuando tomaste
la curva del sendero del parque,
esperando el ruido
qué harías al chocar
corrí para alcanzarte
mientras tú te volvías
cada vez más pequeña, más frágil
en la distancia,
pedaleando, pedaleando
por tu vida, gritando
y riendo
el pelo aleteando
detrás de ti
como un pañuelo que dice
adiós.
LA FORMA EN QUE LAS HOJAS
SIGUEN CAYENDO
Es noviembre
y temprano -hora de ir al trabajo.
Siento el pequeño látigo
de mi conciencia chasquear
mientras miro por mi ventana
la gran cosecha de hojas.
Al otro lado de la calle mi vecino,
con su soplador de hojas rugiendo,
intenta poner orden
desde el caos de la pérdida de color.
Parece valiente y algo necio.
Es casi una marea, la forma
en que las hojas siguen cayendo
ola tras ola a la tierra.
En el Edén no había
estaciones, y a veces
creo que fue la pulcritud
de ese jardín
que Eva detestaba, las etiquetas de madera
con los nuevos nombres de plantas y árboles.
Sin embargo, también soy hija de Adán
y me gusta el orden, aunque
los márgenes de mis poemas
sean desiguales, y aquí estoy
toda la mañana mirando las hojas.
LOS COSACOS
Para los judíos, los cosacos siempre están viniendo.
Por consiguiente, pienso que la mancha que tengo en el brazo
es un melanoma. Por eso celebro
el Año Nuevo calculando
mi muerte anual.
Mi madre, cuando se estaba muriendo,
hablaba con quienes la visitan de libros
y viajes, mostrándose serena
como una forma de educación, aunque
yo podía distinguir la diferencia.
Pero cuando te veía planear
una vida que sabías
que nunca tendrías, no podía explicarme
tu sonrisa sincera ante
la catástrofe. ¿Estaba la negación
relacionada con la aceptación? O se trataba
de generaciones de ser ingleses
al modo de la Lucy de Brontë en Villette
viviendo como si ningún fuego rugiera
bajo su vestido pardo.
Yo quería vivir de la manera en que tú lo hiciste
preparándome para la hambruna del próximo año con vino
y música y un banquete de diez platos.
Pero escucha: eso es ruido de cascos
en el helado aire del otoño.
CONVERSACIÓN IMAGINARIA
Me dices que viva cada día
como si fuese el último. Es en la cocina
donde antes del café lamento
el día que me espera: esa carrera de obstáculos
de minutos y horas
tiendas de alimentos y médicos.
Pero ¿por qué el último?, pregunto. ¿Por qué no
vivir cada día como si fuese el primero,
todo él sorpresas intensas. Eva restregándose
los ojos al despertar esa primera mañana,
el sol asomando
como un ingenuo por el este?
Mueles el café
con el pequeño estruendo de una mente
que intenta aclararse. Pongo
la mesa, echo un vistazo tras la ventana
donde el rocío ha bautizado
toda superficie viviente.
Traducción de Rosa Lentini Chao y Jonio González
Linda Pastan (Nueva York, 27 de mayo de 1932) es una poeta estadounidense de origen judío. De 1991 a 1995 fue Poeta Laureada de Maryland. Es conocida por sus poemas cortos que tratan temas como la vida familiar y doméstica, la maternidad, la experiencia femenina, el envejecimiento, la muerte, la pérdida y el miedo a la pérdida, así como la fragilidad de la vida y las relaciones. Sus poemarios más recientes incluyen Insomnia, Travelling Light y A Dog Runs Through It.
Ha publicado 15 libros de poesía y varios ensayos. Entre los galardones que ha recibido están el Dylan Thomas Award, un Pushcart Prize, el premio Alice Fay di Castagnola (Poetry Society of America), el premio Bess Hokin (Poetry Magazine), el Maurice English Poetry Award de 1986 (por Una fracción de oscuridad), la Mención Charity Randall del Foro Internacional de Poesía y el Premio de Poesía Ruth Lilly 2003. Además del Radcliffe College Distinguished Alumnae Award.
Dos de sus poemarios fueron nominadas para el National Book Award y otro para Los Angeles Times Book Prize.
(Fuente: La Parada poética)
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