Los ojos del poeta
El poeta tiene ojos de agua para reflejar todos los colores del mundo,
y las formas y las proporciones exactas, incluso las cosas que los sabios desconocen.
En su mirar están las distancias sin misterio que hay entre las estrellas,
y están las estrellas que brillan en la penumbra de los barrios de miseria,
con las siluetas oscuras de los niños vagabundos despeinados por el viento.
En su mirar están las nieves eternas de los Himalayas vencidos
y las arrugas maceradas de las madres que perdieron a sus hijos en lucha entre las patrias
y el movimiento que ulula de las ciudades marítimas donde se hablan todas las lenguas de la tierra
y el gesto desolado de los hombres que vuelven al hogar con las manos vacías y callosas,
y la luz del desierto incandescente y trémula, y los hielos de los polos, blancos, blancos,
y la sombra de los párpados sobre el rostro de las novias que no se casaron,
y los tesoros de los océanos desvendados que causan maravilla como cuentos de hadas en las horas de la infancia
y los trapos negros de las mujeres de los pescadores revoloteando como banderas afligidas
y corriendo por la costa con las manos viradas hacia el mar maldiciendo la tempestad:
—todos los colores, todas las formas del mundo se agitan y gritan en los ojos del poeta.
Desde su mirada, que es un faro erguido en lo alto de un
promontorio, sale una estrella que vuela en las tinieblas,
tocando de esperanza el corazón de los hombres de todas las latitudes.
Y los días claros, inundados de vida, pierden el brillo en los ojos del poeta,
que escribe poemas de rebelión con tinta de sol en la noche de angustia que pesa sobre el mundo.
Manuel da Fonseca en Rosa dos ventos (1940), incluido en Antología breve de la poesía portuguesa del siglo XX (Instituto Politécnico Nacional, México, 1998, selec. y trad. de Mario Morales Castro).
(Fuente: Asamblea de palabras)
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