sábado, 19 de diciembre de 2020

Max Dextre (Perú, 1936 - 1998)

 

 

A mi Madre le decían loca

 
 
A mi Madre le decían loca,
pero no era loca, era profesora.
Hablaba diferente.
Decía: "Los ojos sirven para escuchar".
Yo tenía diez años de edad.
Un niño no comprende el lenguaje vertical
y pensaba que quizá mi madre era loca.
Cierta vez me armé de valor y le pregunté:
¿Con qué miramos?
Mi madre me respondió:
"Con el corazón".
Cuando mi madre se levantaba de buen humor cantaba:
" Hoy me he puesto mi vestido de veinte años".
Yo sabía que no tenía veinte años y la miraba, nada más.
¿Qué puede hacer un niño, sino escuchar?
Si mi madre estaba triste decía estar vestida de niebla.
"Hoy tengo ochenta años" -dijo-, cuando desaprobé un curso.
Al fin pude terminar la educación primaria.
El día de la clausura llegó tarde. 
 
Se disculpó diciendo: "Hijito, me demoré
porque estuve buscando mi vestido de Primera Comunión,
¿No ves mi vestido de Primera Comunión?".
Miré a mi madre y no estaba vestida de Primera Comunión.
Después tuvo ese accidente fatal.
Me llamó a su lado, cogió fuerte mis manos y dijo:
"No tengas pena, la muerte no es para siempre" .
Pensé: mi madre no se da cuenta de lo que habla. Si uno muere es para siempre.
Era niño y no entendía sus palabras. 
 
Ahora tengo cincuenta años
y recién comprendo sus enseñanzas.
Sí, Madre. Podemos tener 20 años
y al día siguiente ochenta.
Todo depende de nuestro estado de ánimo.
Los ojos sirven para escuchar
porque debemos mirar con atención a quien nos habla.
Para conocer la realidad esencial de una persona, tenemos que mirarla con el corazón.
La muerte no es para siempre, solo muere lo que se olvida y a mi madre la recuerdo porque la quiero.
Ahora, en sueños platicamos, nos reímos de su método de enseñanza.
Aprendí a mirar con el corazón.
Una noche me dijo:
"He notado que te molestas si tus amigos te dicen loco y eso no está bien.
Es natural que el hijo de una loca sea loco".
Entonces -por primera vez-
repliqué a mi madre y le dije: "Madre, te equivocas, no siempre el hijo de una loca
tiene que ser loco; a veces es poeta".
 
Por eso, puedo decir con orgullo:
"A mi madre le decían loca,
pero no era loca, era profesora.
Me enseñó a descubrir la vida después de la muerte".

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