La selva liviana
El sonido de un tren que se ahoga en la catarata
de las hojas.
Al fondo de la selva liviana y los cocoteros se
hunde el nivel del llanto,
el peso entero de los sueños.
Peso entero del saco de perfume de la gracia.
Estoy entre la espada del paisaje y el ladrillo
caliente del olvido,
viajando con un ardor de joya y sangre.
Escuchando el aullido de mi candor: mi nueva
fiesta.
2
A paladas, silbatos.
El tren se encierra en sí al borde de los esteros
nocturnos.
Su polvo ciudadano tiene miedo a la gran
humedad de la tierra,
al aire cálidamente eléctrico,
a los cisnes del negro vapor nocturno de la
herida del mundo.
3
La imaginación arde envuelta en las ruedas
de un ten desorientado.
Bananas y bananas caen al aire.
Una mujer desnuda a una escopeta en un templo,
Roe lentamente en el anillo de su corazón.
Frutera de la desgracia, frutera del destino.
Rehén de la colina
Oh candoroso embriagado entre loros,
entre isletas subiendo hasta el nivel de la
colina,
canta en tu boca el canto ardiente de otra boca,
y cuando la sangre sube hasta tus ojos es
porque están quebradas todas las fulguraciones
del sollozo en tu pecho.
Canta, viejo rehén de la colina.
Arde, candoroso de alcohol negro, que con palmas
salvajes tienen hijos que retornan al viento,
al gemido del clima en el olor áspero y cruel de
las arañas del estero,
en aquel paisaje de cristal desprendido del fuego.
2
Asombra al mundo en un paisaje de enero,
oh demente,
oh luz de la humedad.
Ah colgado sediento de unos ojos,
duerme, duerme bajo la luz del padre al otro
extremo del poder y la delicadeza.
En tus ojos la berlina del viaje amarillo arde
helada.
Beso tras beso el pasajero toca la raya de ácido
caliente del retorno.
Sé piadoso con el otro límite de tu fragilidad,
padre aletargado por el sol,
presión de la locura de una tierra suspendida en
la tela del agua y del fuego.
Lágrimas de un mono
Yo quiero cautivar tu desesperación, oh mono
adiós.
Tiemblas tanto en tus islas negras, oh mono
adiós.
En los embarcaderos el color encendido en tus
ojos tiene tanta fe.
Oh mono, retén el equilibrio de tu asombro.
Yo ya tiemblo en tus islas, mono adiós.
Tu odio virginal es idéntico a cuando se cruza
mi alma con el mundo.
Cenit con reportaje
Carruaje celeste de la cuadrilla del sol
se derrumba en las laderas calientes.
Con un don infernal de encanto y de sonido
lloras entre los hombres tu desacuerdo
con el lenguaje,
con el manantial de la luz diaria herida
que el hombre pobre reparte entre
sus hijos.
Pasajera mulata
Mulata, lo radioso está totalmente entregado
al movimiento.
Amor es tu piel de pus de vidrio repartiendo
los dones calientes de la vida,
dando a cada hombre su parte,
a cada mundo su parte.
El tren marítimo
El horizonte con el astro volteado como un
viejo padrillo entre las rosas.
Mi piel de fantasma atormentado por tanta
madurez.
Mi sed de carozo astral donde desangran los
tesoros del mar y de la tierra.
Turistas
Ella es como el cautiverio de una gran
perla con gran pánico.
Y ese campesino formidable e imbécil que
la acompaña, con cierto hedor lejano
de radiante lepra.
Mala suerte redonda y letal de esa enorme
mujer donde se aspira la criatura y el
diamante.
De El pequeño patíbulo (1954)
(Fuente: Blog del amasijo)
No hay comentarios:
Publicar un comentario