De "El cielo de esmalte", 3
Entre los eslavos
La
Iglesia inmemorial cabía en la sombra de un roble. Yo admiraba el altar
de plata dorada, primor bizantino. Registré el coro y los muebles de
encina esculpida.
Allí se efectuaron una
exequias inolvidables. El cortejo de unos hombres enlutados se
anticipaba al féretro de un joven. Portaban sendas linternas.
El consejo de ancianos se había reunido para decidir el restablecimiento de una ceremonia antigua, en señal de tribulación.
La virgen más bella del lugar montaba el caballo del difunto y presidía el duelo. Se habían apasionado desde la niñez.
La
fiesta debía terminar fuera del poblado, en el cementerio, y yo la
observé desde lejos. La virgen se abandonó al trote de su cabalgadura y
yo la vi desaparecer en un camino ideal, de vaguedad celeste.
, "El cielo de esmalte", 1929; Obra poética, Colección Archivos, n° 52, Barcelona, 2001
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Foto: Biblioteva Virtual Miguel de Cervantes
(Fuente: Campo de maniobras)
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