Recelo
de la mesa
y ese bollo de carbón
empatriado
con alguna luz
que vierte la ventana.
Eso esta fuera de mí,
sin embargo,
es producto
que hago y rehago.
¿Rehecho?
No puedo
separar
donde empieza uno
y pone límite el otro,
si es que lo hay.
Y si hubiese una franja
como tierra de nadie,
a nadie pertenecería.
O sea, lo mismo, embarrado.
Sólo tengo conciencia
de mí,
y si un espejo devuelve
una imagen,
¿qué es?, ¿qué?,
caso contrario
no tengo cara,
maestría métrica
de la ilusión,
no sé si veo
o lo que veo
es o fue,
o tiene cenizas,
o lava del barranco,
mi cuerpo
está fuera de los ojos,
¿con ellos?,
veo manos, pies,
una zapatilla,
un mouse,
la sombra del carbón,
los tentáculos hirientes,
pero no me veo los ojos,
no sé que son,
y el espejo tampoco.
El espejo es un truco,
una variable óptica,
una mera enunciación
de la catástrofe y la sal,
pensamiento que borbolla
y nunca se agota,
¿qué tengo delante de mí?
un papel, dos lápices,
un cuaderno destripado,
nada,
objetos desleídos,
puntos extrapolados
en el espacio,
confusión.
Y se enciman
los cómodos y marmóreos
sentidos, la carga cultural,
el medio, la animalidad, etc.
Mucho y nada,
nada mejor,
males imaginarios
cositas,
agüitas profanas.
- Inédito -
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