Canto sexto (1932) |
Guiseppe Ungaretti nació en Alejandría, Egipto, en 1888.
Pasó su infancia y adolescencia en su ciudad natal, cerca de aquellos
paisajes desérticos que serían una fuente constante para gran parte de
su obra poética. En 1912 viaja a París para realizar estudios en la
Sorbona. Es entre las aulas de esa universidad donde conoce a poetas y
artistas vanguardistas de la época como André Gide,
Guilliaume Apollinaire o Pablo Picasso. Al comenzar el año 1914 se
enrola en el frente italiano, que actuaría durante los conflictos de la
Primera Guerra Mundial. Terminados aquellos años de oscuro
enfrentamiento (que darían forma a El puerto sepultado, un doloroso y
testimonial primer poemario) vuelve a residir en París, donde lee a Giacomo Leopardi,
Charles Baudelaire y filósofos como Nietzsche, Séneca o San Agustín,
entre muchos otros. En esa misma ciudad contrae matrimonio para
dirigirse tiempo después a Roma. Por esos años trabaja como profesor de
idiomas y corresponsal para distintos medios italianos, lo que le
permitiría viajar por toda Europa, Egipto y países sudamericanos como
Brasil o Perú.
Junto con Salvatore Quasimodo y Eugenio Montale
se convierte, alrededor del año 1937, en miembro fundador del
Hermetismo italiano, uno de los grupos poéticos y de crítica más
importantes del siglo XX. El simbolismo francés, representado por Stephane Mallarmé y Paul Valéry,
sería una fuerte inspiración para las bases del grupo, al mismo tiempo
que otorgaría una plataforma clave para la encriptación de la
comunicación política respecto al fascismo, objetivo inicial de La
poesía hermética, ensayo publicado en 1936 por Francesco Flora,
académico italiano y poeta de postura abiertamente antifascista, que
finalmente daría nombre al grupo.
Ungaretti buscó un sosiego en la palabra, una vuelta a lo espiritual,
oponiéndose a la retórica enfática, barroca y rebuscada que promulgaban
los poetas y narradores simpatizantes del hipernacionalismo conservador
de Bennito Mussolini. Sus poemas nos apartan de la protección del Dios
cristiano para retornarnos al útero materno, extendido en aquellos
desiertos de la misma Alejandría que había visto crecer al poeta
Constantinos Cavafis. Directa, económica y paciente, la voz ungarettiana
nos permite bajar un poco más a tierra, entrenando el ojo y las
visiones relacionadas con la propia infancia. Porque la infancia, como
escribió Rainer Maria Rilke, será siempre la verdadera patria de una
persona.
Ungaretti falleció en la cuidad de Roma, en 1970.
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Canto sexto
1932
Oh, bella presa,
Voz nocturna,
Tus movimientos
Fomentan la fiebre.
Sólo tú, memoria demente,
Podrías haber capturado la libertad.
Sobre tu carne esquiva
Y vacilante dentro de espejos turbios,
¿Qué delitos, sueño,
No me enseñaste a consumar?
Con ustedes, fantasmas, nunca tengo reservas.
Y mi corazón está lleno de sus remordimientos
Cuando se hace de día.
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Canto sesto
1932
O bella preda,
Voce notturna,
Le tue movenze
Fomentano la febbre.
Solo tu, memoria demente,
La libertà potevi catturare.
Sulla tua carne inafferrabile
E vacillante dentro specchi torbidi,
Quali delitti, sogno,
Non m’insegnasti a consumare?
Con voi fantasmi, non ho mai riteggno,
E dei vostri rimorsi ho pieno il cuore
Quando fa giorno.
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Extraído de Guiseppe Ungaretti, Vita d’un uomo : 106 poesie, 1914-1960, Milano : A. Mondadori, 1992, p. 127 | Traducción de Juan Arabia | Buenos Aires Poetry 2022
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