Las primeras chimeneas
Levantan la chimenea, el tejado;
el camino se pierde en un campo magnético
en el que reinan molinos nocturnos
y una paz de alcanfor.
Todo será para la industria, para la acumulación
y para la venta de bienes,
provisión de alimento o bienestar
según precios de mercado,
prosecución de operaciones no personales.
Pero para un chico o acaso dos
será un paisaje infantil al que quedarán ligados.
Excavará el paisaje para siempre su aire en
la memoria,
en las redes nerviosas, en el territorio del ánimo.
En gran parte esta obra industrial, objetiva,
político-económica
sellará una subjetividad, o dos.
Y si son dos, serán distintas.
Los colores de la chimenea, los techos y el camino
serán ligeramente distintos y les hablarán de distinto
modo.
Esto es la esencia de la revolución industrial,
si debe tener alguna,
si es preciso un sentimiento propio, íntimo,
provocado en la superestructura por el cambio
social.
Algo intransferible que sin embargo hablará de épocas
y épicas
bajo el run-run de la vida ciudadana.
En: Fuera de lo general, inédito
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