EL REBAÑO
Incluso en las vacaciones del matarife,
el rebaño de ovejas se cansa.
Hartas de mirarse,
bostezan.
A fuerza de intentar ser profundas,
se duermen.
Si hace sol,
si diluvia,
nada cambia dentro del rebaño.
Nada hay más allá
de la propia forma del rebaño.
Así apretaditas, a veces,
se dan empujones
por ver si alguna sale del rebaño,
acaba el héroe con la postración del rebaño,
y mientras tanto,
obedientes marchan a la saca.
El resto disimula el olor a sangre
con un poco de hierba entre los dientes.
Después vuelve al redil el rebaño.
Las lágrimas quedan más allá,
en un cuento que conservan,
aún en la urgencia del carnicero,
un cuento de otro mundo
que desvela a algunas
en mitad de la noche
y borra el miedo que imponen,
al temblar el nuevo día,
los mismos pasos...
(Fuente: Voces del extremo)
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