UN POEMA DE EL VENENO Y LA PIEDRA
DAFNE
Una exaltación
invisible llega desde abajo:
la primera inspiración.
Hablo de entrar.
Acostumbrada a los murmullos
que sacuden la tarde,
a ser la que guarda los rasgos,
la que con su pie despierta bajo la grava
un mudo entramado de cepas.
Un olor de hojas como reverberos
bate contra el viento.
Lo tórrido viene de las ondas,
lo húmedo, en cambio, sale del fondo,
a escalas, a pequeños brotes desiguales.
Las puertas no son necesarias.
Los ciclos se reducen al límite
de las sementeras.
La sangre revive en savia apresurada.
Se adentra en un mapa de leyenda,
reconoce los trazos espigados de ríos y montañas
mientras se hunde la que ya no tendrá fin,
ella, yo, laurel, árbol de vida
que amaba las plantas y su espejo.
Hablo de seguir sombra adentro,
tras la savia.
En: EL veneno y la piedra
Icaria editorial
(Fuente: Papeles de Pablo Müller)
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