"Siniestro es el oficio
del escritor",
demente afligido con las
cartas de tarot,
alrededor del pútrido desierto.
También te he conocido
mirándome al espejo.
Como cuando pones
el rostro de Ezra Pound
en la certeza del poema,
dando al sol una palmada
en las espaldas.
¿No?,
¿El viento no te destrozó
acaso?,
¿no vinieron los enanos
a enterrarte con sus cuentos fantasmales?.
Pero si la silueta de la nada,
de la nada misma,
se sumerge en las hojas de la hierba.
Pero si tu
fantasma de hojalata
deambula todavía en Astorga,
que no en España,
solo en Astorga,
en donde te inventaron,
no tus padres,
no el helecho del jardín,
sino la costumbre del ocio.
Decías que jugabas a la muerte,
ahora llevas el oficio en lo que queda,
de tu palma y de tus manos,
arrojando un cigarrillo o escribiendo,
qué más da,
siendo el poeta de los que te lloramos,
cuando estabas vivo,
y de los que nos alegra que descanses,
al fin de todo,
de tanta humillación,
de tanta vida.
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