lunes, 24 de enero de 2022

Sharon Olds (San Francisco, California, Estados Unidos, 1942).

 


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PRIMERAS SEMANAS

 

Esas primeras semanas, no sé si sabía
cómo amar a nuestra hija. Su cara parecía abrumada,
fruncida de preocupación -- y ni siquiera
desesperanza, sino simplemente depresión, una expresión de
resistencia. La piel de su cara estaba finamente
arrugada, había mechones de pelo en sus orejas,
se parecía un poco a una ardilla, suspicaz,
en trance. Y pequeña, 2,700,
marchita parecía rechazarme
sin moverse. En un primer
momento la había visto, sin mis anteojos,
en la sala de partos, como un borrón de sangre,
y piel azulada, y brazos y piernas, la había conocido,
dada vuelta, y la enderezaron, y brotó
ese gemido tenue, casi sexual y su
cuerpo todo se sonrojó.
Cuando la volví a ver, estaba envuelta en algodón,
alguien la había limpiado, le había quitado
los restos del interior de mi cuerpo
la había peinado con hileras angostas,
como aradas, aterradoras. Nació diez días antes,
soñolienta, mis pechos tan hinchados que estaban parejos
con el pezón, apenas se acercaban
sus labios , siseaban y rociaban.
En dos días la llevamos a casa, chilló
y gimió, como el sueño de la víctima de un incendio,
y cuando se callaba, estaba acostada ahí espiando, sin demasiada
ansiedad. Yo no la culpaba,
era hija de la hija de mi madre. Me ponía de rodillas
y la miraba, y la compadecía.
Todo el día la amamantaba, toda la noche la paseaba,
Y dormía siestas, y la amamantaba, y la paseaba. Y después
un día, me miró, como si
me conociera. Recostada en el hueco de mi brazo, se alimentó, y
me miró como si me recordara,
corno si me hubiera conocido, y yo le gustara, y estuviera
recuperando la memoria. Cuando me sonrió,
un rictus delicado como la llegada del dolor del parto,
me enamoré, me volví humana. 
 
 

 El poema escogido pertenece a la antología de poemas de Olds, “La habitación sin barrer”, traducción de Inés Garland, Gog y Magog, 2019


(Fuente: Aire Nuestro)

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