lunes, 24 de enero de 2022

Mariano Rolando Andrade (Buenos Aires, 1973 / Reside en Francia)

 

 

PEDERNERA
 

Se tambaleaba al final de sus días
que ignoraban casi todos
salvo el último amigo el único
que intentaba devolverlo
a los tiempos en que partían
al amanecer —¿o era al ocaso?—
desde Temperley a los bosques
en la pampa de Brandsen.
 
Hijo del ferrocarril, Pedernera.
Se tambaleaba y nadie lo veía
de su boca no salía queja
solo el silencio del cuerpo roto
que él conocía y también
su último, su único amigo,
y algunos otros vislumbraron
sin coraje para acompañar.
 
En la casa del pastizal sin ciruelo ya,
hijo del ferrocarril, Pedernera
saludó una tarde de verano
a esos que lo dejaron ir
antes de que realmente partiese,
y al ocaso —¿o era al amanecer?—
huyó de Temperley a la pampa
como si no hubiese muerte.
 
 
 

HOMBRE EN LA VENTANA
 

Un día, dentro de muchos años,
vendrás y te pararás de la librería
con rejas verdes de la rue Gay Lussac
y mirarás enfrente,
a las ventanas del tercer piso del 49
y le contarás a alguien,
o te contarás a vos misma
que ahí viviste llegada de Argentina y recién nacida.
«Era un dos-ambientes chico, mi cuna estaba
entre la ventana y la cómoda del cuarto de mis padres».
Con tu índice señalarás las ventanas,
y alguien te preguntará,
o vos misma lo harás,
cómo fue que te trajeron hasta acá
si apenas dos meses antes salías
de un hospital en Buenos Aires
una mañana de sol de marzo apenas fresca
para entrar en un dos-ambientes también,
allá donde se rozan Palermo y Almagro.
 
No lo vas a ver,
no tendrías por qué hacerlo,
pero desde hace años
—desde hace todos estos años—
el hombre que fue tu padre está con un bebé en brazos
de pie detrás de la ventana del pequeño salón
y los dos miran hacia la librería abajo,
a la chica de pie en la puerta.
Son muchas las horas que te han mirado
mañanas enteras de verano,
y también cuando llegó
la brisa fresca que anuncia el otoño boreal.
Con las cortinas blancas plegadas
los dos en silencio, el hombre de pie,
hasta hacerte dormir lentamente
con los ojos rojos aún de ese llanto tuyo.
No lo ves, pero una vez que te dejes ir
y descanses libre de pena en la habitación,
volverá a la ventana.
Volverá a mirar la librería y a esperarte,
a esperar el futuro.
 
 
 
(Fuente: Meta Poesía)

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