fuego negro (fragmento)
oh gitanita panderetera del agua
muestra al bienaventurado
tu provincia radiante de volcánica sombra
como una mordedura de durazno de entre vinos sacada.
luego la revelación con su avispa quemante
caerá sobre la frente como una zambullida
en un golpe de fugacidad inaudita.
entonces bienaventurado calla
y aguarda la barca de neblina
que a la manera de la zaga migratoria del flamenco
se desliza por el pelaje del ozono.
tú de pie frente al acantilado del zodíaco
deberías elegir alguna estrella
pues eres el navegante celeste
el pescador constelado
que inmerso en el océano profundo de la noche
busca su caracol increíble.
¿acaso puede alguien explicar las aguas?
sólo tú bienaventurado
botero adormecido curioso náufrago
que bogas por los canales del mundo
con tus remos lunares mas la canción tatuada
y sabe que todo juglar –gigante o pequeño- merece su río.
sálvate poeta bajo las estatuas de sol.
sabe tú que el amor ese toro de nitroglicerina
desata el impulso
pero finalmente sobrevivirá la tristeza
y cuando se detenga la limosina de tus pequeños secretos
resaltará de tus escritos nada más que la lluvia.
sólo quedará lo sinfónico de la memoria de lo perdido.
al acecho la araña del deseo
pende de la rama del clima en el árbol de los amores posibles
(y en la vigilia se oculta la muerte)
de los amantes la ansiosa espera vacila
entre el plumón de la garza real y la cautela del zorro
(y en la vigilia se lame la muerte)
bajo las lamparillas de los cuartos apartados
los pasos del amor desnudo anticipan el brinco
(y en la vigilia se agita la muerte)
tras la vez primera
sobre la humareda de los amados cuerpos extenuados
cantan las murgas de la unión inolvidable
(y en la vigilia embiste)
los enamorados
al decidir apartarse dejan girando en la campana del adiós
al pájaro damasco de la palabra rota.
sálvate poeta bajo las estatuas de sol.
(fuego negro – Editorial Turquestán, 2011)
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